A pocos días de las elecciones nacionales, el economista y gestor financiero Scott Bessent anunció que Estados Unidos inyectará dólares en el mercado argentino y activará un swap por U$S 20.000 millones, una medida que busca reforzar las reservas del Banco Central y contener la tensión cambiaria.
El anuncio, que rápidamente tuvo impacto político y económico, fue interpretado en el Gobierno como una señal de respaldo internacional y un respiro financiero en la recta final de la campaña. Desde el oficialismo hablan de “optimismo moderado”, mientras que en la oposición y el mercado reina la cautela, conscientes de que el alivio puede ser solo transitorio.
Según trascendió, el acuerdo permitiría mejorar el nivel de reservas y garantizar estabilidad cambiaria en el corto plazo, algo clave para evitar sobresaltos en la previa electoral. Los operadores financieros destacaron que una inyección de divisas de esta magnitud podría frenar la escalada del dólar paralelo y mejorar la confianza inversora, al menos de forma temporal.
Sin embargo, varios analistas advirtieron que la medida no resuelve los problemas estructurales de la economía argentina, como el déficit fiscal, la inflación persistente o la falta de acceso a crédito internacional. “Es una señal fuerte, pero no un cambio de rumbo”, coincidieron fuentes del sector privado.
En los círculos políticos, el anuncio fue leído también en clave electoral. Algunos lo interpretan como un gesto de apoyo externo al Gobierno, mientras que otros lo ven como una maniobra para mejorar el clima económico y social antes de los comicios.
La noticia llega en un escenario de alta sensibilidad política y financiera, donde cada movimiento repercute en el ánimo de los mercados y en las expectativas del electorado. Por eso, más allá del alivio inmediato que pueda generar, el desafío será mantener la estabilidad una vez superada la coyuntura electoral.