Es común escuchar que diversos planos de la sociedad critican desmesuradamente a los adolescentes. Se escucha que los adolescentes no tienen valores, que están perdidos en el mundo, que no tienen creencias firmes, que priorizan lo material y no tienen responsabilidades, y solamente saben cuestionar sin sentido. Todas manifestaciones del “adolescente normal”.
Naturalmente el adolescente vive con intensidad este momento tan conflictivo. Se encuentra con un cuerpo distinto que desconoce, unos padres que ya no son los mismos que en la infancia y un rol social nuevo, puesto que son variadas las nuevas responsabilidades que tiene y no es fácil hacer frente a esto. Sucede que se encuentra atravesando una instancia de duelo. Pérdidas que generan un intenso dolor y confusión, como todas los duelos que vivimos los seres humanos.
Es importante pensar la función paterna. Qué hacemos y cómo actuamos en el momento de estimular a los jóvenes y en la puesta de límites.
En todas la etapas de nuestras vidas necesitamos de un estímulo de quienes nos rodean: padres hermanos, amigos y docentes. Un estímulo que genere un impacto positivo y afectivo en el adolescente, genera, sin dudas, la garantía de autoconfianza y seguridad. Una cálida motivación permite un desarrollo sano y la construcción de una personalidad positiva. Los estímulos son el motor de los proyectos, la semilla de toda felicidad y realización futura.
Por ello, generar autoconfianza se logra a partir de un proceso de alimentación psicoafectiva y espiritual. No se logra de un momento a otro, es un trabajo que debe realizarse desde la infancia hasta la autonomía del adolescente, momento donde se piensa el fin de esta etapa.
De acuerdo al modo en como estimulamos a los adolescentes, los estaremos fortaleciendo para enfrentar las crisis de la vida, los conflictos cotidianos.
Si el control estricto y/ o sobreestimulación afectiva es lo corriente en algunas familias, estaremos ante jóvenes que no puedan resolver las cosas por sí mismo, y siempre estarán pendientes de la opinión de otros para la toma de decisiones. Respecto al grado de control que los padres ejercen sobre sus hijos, hay quienes quieren controlar todo lo que estos hacen e influir constantemente en el comportamiento de sus hijos sin ofrecerles ninguna autonomía. También, hay padres que no ejercen control alguno y tienen una actitud negligente en la educación de sus hijos. Por comodidad, priorizar otras cuestiones (trabajo) o conflictos sin resolver, la ausencia genera un incremento de ansiedad que puede derivar en algún conflicto intrapersonal.
Un joven adolescente que recibe motivación es valorado como sujeto, es amado y respetado como tal, y seguramente en el futuro será un adulto saludable con capacidad de amar y producir.
Para lograr la autoconfianza en el adolescente es importante e imprescindible conocer bien a nuestros adolescentes, puesto que cada uno es distinto y debe ser considerado y respetado como tal. Los límites aunque pueda parecer lo contrario, son una de las formas de adoptar el amor. Decir NO requiere de un monto de energía mucho mayor, un compromiso mucho mayor que dejar hacer y permitir todo.
Las figuras maternas y paternas juegan un papel importante en la estimulación. Si son fuertes y afectuosas, generarán en el adolescente una sensación de confianza. Si no lo son, este se sentirá menos protegido y estimulado.
Artículo publicado en la edición N° 35 de Revista ENFOQUE
Escribe Alberto Castillo (Licenciado en Psicología. Especialista en Abordaje Familiar Integral. Docente en la Universidad Católica de las Misiones)



Muy buena su reflexión! debemos apostar por un futuro mejor para nuestros hijos y nietos! gracias x está publicación!