Escribe Ivana Roth (Periodista)
Como sucede con las cosas importantes, la charla con los hermanos mbya guaraníes va surgiendo de a poco. ¿Mérito del entrevistador? Apenas. Más bien el resultado de la lectura que los caciques de las comunidades vienen haciendo de la situación que les toca y su rol en ella.
“Cuando era chico fui a una escuela común, no a una escuela bilingüe como tenemos ahora en la comunidad. Y sufrí la discriminación. Era relegado, me llamaban indio y era de forma despectiva, como si fuéramos lo último. Y yo tenía vergüenza de mostrar mi cultura. Hasta de hablar guaraní con ellos. Pero de mayor, fuimos hablando con mi abuelo, reflexionando. Y llegamos a la conclusión de que tenemos que mostrar nuestra cultura. O algunas partes. Porque lo peor es la ignorancia, y si no nos conocen no nos van a respetar”. Así habla Epifanio Chamorro (35) cacique hace dos años, elegido por su comunidad, la aldea Tekoa Arandú.
La comunicación y las pipas sagradas
Epifanio vino a Posadas junto a Nicanor Benítez, otro profesor como él, y dos maestros “yuruá” (blancos, por decir): Sandra Aranda, docente y directora en escuela intercultural y bilingüe en la comunidad de Alecrim y Rodolfo Fernández, director de la escuela 812 «Tekoá Arandú».
Vinieron en ocasión de estrenarse el documental “Entre el barro y el cielo”, en el aniversario del museo Andrés Guacurarí. El documental de María Cabrejas muestra algunos aspectos de la elaboración de las “petyngua”’ o pipas. Un elemento sagrado de las ceremonias mbya guaraníes. Algo más que peligra, si se destruye el entorno que le da cuerpo y alma: el monte.
La realización de este documental también ha sido el resultado de esta nueva actitud del pueblo guaraní, de abrirse -un poco, apenas-, al mundo que los invade. “Ni para una pipa somos capaces de mostrar todo”, se ríe Epifanio, y es verdad. Los guaraníes encierran muchos secretos de la selva y de su mundo espiritual y prefieren reservarlos en su intimidad.
“Creemos que si la sociedad no indígena no conoce nuestra cultura… viene la discriminación. Por eso mostramos la pipa y los valores que tiene para nosotros”, cuenta Epifanio. (N de la R: Una de las principales funciones de estas pipas es la de servir a los líderes religiosos para conocer la procedencia del alma que se ha encarnado en el niño en el momento de la concepción. Para ello sopla la petynguá y el humo del tabaco sobre la coronilla del bebé y establece así comunicación con el “Ñe´engrueté”, que es quien ha enviado el alma de ese nuevo ser e identifica su nombre sagrado).
Guardianes del monte
A mitad de camino entre Eldorado y Bernardo de Irigoyen, cerca de Pozo Azul se encuentra esta comunidad. Como sucede con los caciques de algunas aldeas, suelen ser conocidos por protagonizar cortes de ruta y reclamos ante el estado. Pocas veces por el mensaje profundo que vienen a dar.
A Epifanio solo hay que dejarlo hablar: “Lo que quiero decir es que para que nosotros podamos seguir vivos, para mantener nuestra cultura… necesitamos proteger nuestros valores. Es decir, la naturaleza, la selva y todo lo que hay dentro. Nosotros sin la naturaleza no vivimos espiritualmente, no podemos crecer. El objetivo de los guaraníes siempre es seguir protegiendo lo poquito que nos queda de monte, como nos enseñaron nuestros ancestros. A nosotros nos golpea ver cómo se explota la selva, se tumba, se planta pino. Sabemos que si no tenemos suficiente monte, va a ser muy difícil para nuestros niños y para nosotros mismos seguir”.
“Como líder de la comunidad, tengo que mostrar a la sociedad no indígena, tratar de hacerles entender, el valor que para nosotros tiene el monte. Ahí tenemos vida, vida saludable. Ahí crecemos espiritualmente, intelectualmente, físicamente. Eso es lo que nos da la naturaleza”, dijo, y agregó que “nosotros nunca usamos químicos, ni venenos para plantar. Veníamos protegiendo el monte de esa manera.Y lo queremos seguir haciendo pero para eso hoy necesitamos leyes, respaldo jurídico”.
Este agosto se cumplen 25 años de la reforma de la Constitución Nacional. En la ley 75, inciso 17 se reconoce la preexistencia de los Pueblos Originarios, el derecho a la educación bilingüe y a tierras aptas para el desarrollo humano. “Sufrimos porque no se está cumpliendo todo eso. Sí, hace muchos años se reunieron los caciques y sacaron la ley 4.000, que se presentó y se aprobó en la Cámara… Pero como aún no se presentó a referéndum, no está en vigencia y eso nos atrasa un montón. No quiero hablar tanto del Estado, pero creo que está en manos de ellos hacer cumplir estas leyes y velar por nuestro monte”.
“Conocimos un mundo nuevo”
A su turno, los maestros Sandra y Rodolfo cuentan: “Empezamos con esta escuela en 1996 y vivimos hasta ahora en esa comunidad. Somos la única familia yuruá y agradecemos siempre a Ñanderú, a Dios, haber conocido a las comunidades. Resulta que nosotros somos de Esquina, Corrientes y nos recibimos de maestros con la idea de que no había más indios en nuestro país. Y de pronto aparecimos trabajando en este lugar. Descubrimos otro mundo, otra forma de vivir y más allá de todo lo que podemos padecer junto con ellos -porque hay muchas injusticias- también somos muy felices viviendo ahí. Aprendimos mucho de ellos”.
“Digo injusticias… por la gran ignorancia que hay. Con respecto al pueblo guaraní y a otros pueblos originarios. Porque todos encarnan la misma sabiduría en cuanto al cuidado y a ser parte de esta naturaleza… Que no nos pertenece. Por eso también reclamamos las leyes. Los guaraníes de Misiones son un pueblo que tiene muy pura su cultura. Y tenemos que luchar para que no la pierdan”, reclamó.
Pueblo atrasado vs pueblo evolucionado
“El aire puro, eso para nosotros es vida. Y nos pone muy tristes ver esos camiones sacando madera del monte. Madera nativa. Nos duele, porque de eso dependemos nosotros. La espiritualidad nuestra está conectada a eso”.
“Nos dicen que somos pueblo atrasado, porque no queremos explotar la tierra, bajar el monte y plantar, tabaco, soja… Pero nosotros pensamos que si hacemos eso y contaminamos… Si, quizás vamos a tener una casita de material, un autito… no sé qué podría ser… Pero sabemos que nuestros niños, nuestros jóvenes van a morir. Porque sin naturaleza no hay vida”.
Para los guaraníes el respeto a todo ser vivo es fundamental. Y en ese marco entra la semilla. “Los guaraníes han conservado por miles y miles de años la genética de las semillas. Y nos interesa que no pierdan su hábito… de plantar en medio de la selva sin tumbar y sin usar veneno”, aporta Sandra, quien en su escuela trabaja en conjunto con el INTA y con la municipalidad de Pozo Azul.
Sin embargo… “hoy empiezan a aparecer entre los mbya enfermedades que antes no tenían”.
“Por eso pensemos antes de hacer. Pensemos cómo cuidarnos a nosotros mismos, cómo cuidar lo que nos rodea y cómo cuidar al mundo entero. El monte es patrimonio mundial. No solo del pueblo guaraní, sino del mundo entero”, enfatizó.
Artículo publicado en la edición N° 48 de Revista ENFOQUE