Por Leonardo Amarilla
Licenciado en Ciencia Política
Por estas horas América Latina tiene sus ojos puestos en la economía más fuerte de la región, en el líder omiso que inclina la balanza y marca el rumbo, hoy Brasil es el epicentro político y económico de los destinos soñados de la Patria Grande.
Más allá de quien sea el sucesor del Presidente Michel Temer, el mes de octubre de 2018 no es ajeno a un escenario electoral con Luiz Inácio Lula da Silva dentro de la cancha o afuera de ella. Claramente el cimbronazo judicial arrojó mayor protagonismo a los distintos actores que definen el futuro político de Brasil: el Poder Judicial, el tribunal electoral, los grupos económicos de la región y la conciencia popular Brasileña.
Para comprender donde se activa esa “conciencia popular” podemos recordar como elogiaban los diarios internacionales al Lula de hace unos años atrás: “Diez millones de Brasileños se incorporaron a la clase media entre 2004 y 2008. La pobreza cayó del 46% de la población en 1990 al 26% en 2008. La desigualdad en la distribución del ingreso ha disminuido. La deuda externa está en un envidiable 4% del PBI. Las exportaciones de multiplicaron por cinco en sólo veinte años. Y por si fuera poco, en la próxima década Brasil podría llegar a ser potencia petrolera mundial” (Diario el PAIS, año 2010).
La noticia judicial que salpica directamente a uno de los referentes más influyentes de la región, condenado en segunda instancia, deja a Lula sin derechos políticos para ser candidato a la Presidencia de su país. Sin embargo, existe una instancia que no depende solamente de la figura de líder de un espacio político, una instancia que surge de abajo, que enciende los motores de una sociedad en movimiento: una “apelación popular” capaz de interceder sobre una “justicia” floja de papeles.
El “orden y progreso” tatuado en la bandera de Brasil aún resuena en cada paso que da la economía de la región. Ahora bien, hay una ecuación simple que debemos hacer si hablamos de la política brasileña, si Brasil se mueve estén seguros que toda Latinoamérica va a temblar.
¿Hay lugar para un tapado?
Con Lula prendido de un hilo, en el Partido de los Trabajadores de Brasil no aparece un referente de renombre, del otro lado, tampoco renace una figura capaz de interpretar el momento político que vive Brasil.
En octubre se abrirá otra página de la historia de Brasil, los rumbos de la región estarán en juego nuevamente. Mientras la derecha acomoda sus banderas la centro izquierda observa en Lula una ilusión de viraje completo que contagie al resto, aunque las cartas del juego sigan marcadas.
Por su parte, los brasileños quieren volver a encaminar su economía y sortear lo más rápido posible las dificultades políticas. Por momentos se percibe un clima donde casi no caben los políticos tradicionales, donde no hay lugar para probar con los mismos de siempre (se fortalece esta idea cuando más de la mitad de la cúpula política actual Brasileña está involucrada en hechos de corrupción). De ahí sale una idea que toma cada vez más fuerza, el tapado que aún no amaneció.
Un último interrogante con un paralelismo interno: ¿Nuestro país vivirá un escenario similar a su vecino con la figura de Cristina Fernández de Kirchner en 2019? Bajo una grieta ampliada los oficialistas y opositores dando sus batallas, los medios ejerciendo su cuota de poder, la justicia siempre al pie del cañón de la política y la sociedad expectante jugando a ser protagonistas de un nuevo capítulo de la historia de la región.