Por Noelia Olivera, columnista Revista ENFOQUE
Su nombre es Tina Chamorro, así la conocen, así le gusta que la llamen. Tiene 30 años y es kinesióloga, especializada en discapacidad. Si bien se recibió hace cuatro años, trabaja en el área desde hace más de diez, exactamente desde que cursaba su primer año en la universidad y tuvo que buscar trabajo para poder pagarse su carrera.
Escucharla hablar con pasión de su trabajo es motivador y al mismo tiempo conmueve, porque está plenamente dedicada a su profesión, y porque lo hace desde el alma.
Muchas veces hablamos en esta columna de la importancia de tener en cuenta a las personas en su totalidad, cuerpo y espíritu, razón y emoción, pero también, y fundamentalmente, en su rol social. Somos, siempre, en relación. Todo lo que me hace feliz, y la culminación de mi realización como ser humano, nunca será individual, sino plural.
Y en nuestra habitual charla sobre temas de discapacidad, esta vez quiero sumar la visión de una joven profesional que trabaja con niños y con adultos, y que si bien tiene una mirada esperanzada en el desarrollo cada vez mayor de las áreas dedicadas al tema, tiene también un gran conocimiento de las dificultades por las que todavía atravesamos las personas que vivimos con una discapacidad, como asimismo nuestras familias, y que derivan de la falta de conciencia de una sociedad que recién parece estar comprendiendo cuánto hay que trabajar aún por la igualdad.
¿Trabajar con personas con discapacidad fue una decisión tuya?
Fue casi una cuestión de necesidad, porque cuando entré a Kinesiología no tenía idea de las especialidades que había, no sabía lo que era “neuro” (Neuro Rehabilitación) ni mucho menos lo que se podía hacer con discapacidad. Para mí todo tenía que ver con masajes, esguinces. Pero verme en la necesidad de trabajar y hacerlo en un lugar donde más del 90% de los pacientes tenían algún tipo de discapacidad, me hizo descubrir a través de la experiencia lo que al final es mi pasión.
¿Dónde estudiaste?
En Paraguay, en la Católica de Santa Fe, y después hice la reválida del título en Argentina. Y al momento de hacer la tesis no tuve dudas de que iba a hacerla abordando la discapacidad. Cuando estaba en tercer año ya sabía que iba a abordar amputación o lesión medular, y lo hice con lo primero porque estaba trabajando justamente con un paciente.
¿Recordás cuándo y por qué te diste cuenta de que querías dedicarte a esta especialidad?
Sí. Y tiene que ver también con algo muy especial de esta profesión, que son los vínculos afectivos que se dan, y con quien hoy es un íntimo amigo, porque al final terminamos siendo todos como una familia. Cuando empezaba me llama Carina Lanaro (mi jefa) para mostrarme unas técnicas de movilización y me encuentro con Huguito, hoy mi gran amigo, un paciente con una lesión medular alta. Y mientras iba aprendiendo sobre los beneficios de esas técnicas entendí, sin dudas, que eso era lo mío. También otros pacientes, como Gonzalo, que entonces tenía 3 añitos y hoy es un adolescente.
¿Hay muchos kinesiólogos que trabajan en esto?
No, acá en Posadas son pocos. Por ejemplo, de los casi treinta que se recibieron conmigo, creo que somos solo dos. Pero durante la carrera tampoco hice prácticas de neuro rehabilitación, por ejemplo, porque no las dieron. Todo lo que aprendí fue en el trabajo y en la formación posterior. También, en una entrevista con la jefa del Hospital, ella me dijo que encontrar un kinesiólogo especializado en neuro rehabilitación o discapacidad, es como buscar una aguja en un pajar…
Y ahora que parece haber mayor conciencia de la importancia de la estimulación física, ¿creés que las cosas están cambiando?
Actualmente es muy importante el trabajo que se hace con los médicos, que hacen consultas interdisciplinarias y se acercan a nuestros consultorios para ver cómo encarar la rehabilitación de los pacientes, cosa que antes no sucedía. Y eso es muy valioso porque el abordaje temprano a los chicos que nacen con alguna discapacidad es fundamental, al prevenir futuras deformaciones, y porque hoy existe mucho material que ayuda no solo en el día a día sino a la mayor independencia del paciente. Y creo que también es muy necesario que se dé mayor difusión sobre el tema, sobre todo a los padres, pero también en general, por todos los medios.
¿Este centro atiende solo personas con discapacidad?
No, y se da también que viene un paciente a tratarse un esguince y se encuentra con gente que no ve en la calle, entonces se da cuenta de la cantidad de personas que se ven obligadas a seguir una rutina de la casa al consultorio y otra vez a la casa, porque no tienen posibilidades de ir adonde quieren, no tienen una vida muy social, a causa de las dificultades del entorno, de la ciudad. Y eso no debería suceder, deberíamos darnos cuenta como sociedad de que todo es mucho más natural, que no debería haber divisiones entre los que pueden acceder y los que no. Actualmente, además de este trabajo y de los pacientes que asisto a domicilio, tengo un gimnasio, que es para todas las personas, con o sin discapacidad, y donde quiero que las cosas sean así, sin divisiones, naturales. No creo que las personas con discapacidad tengan que ir a un centro especial, y las que no tienen discapacidad, a otros. Es un gimnasio convencional, con un baño adecuado para personas con discapacidad, y con rutinas que puedan ser de crossfit, por ejemplo, pero contemplando a cada persona con sus características, o sus patologías. Y así pilates y sumba.
¿Considerás que la rehabilitación es importante no solo en el aspecto físico, sino también en lo que hace a la independencia de las personas con discapacidad?
Sin duda. Y es muy importante el vínculo afectivo, que hace que muchas veces una palmada en la espalda sea tan valiosa como movilizar el cuerpo. La contención es fundamental para los pacientes, para la familia y para nosotros como profesionales también. Por eso el trabajo que hacemos busca no solo un bienestar futuro, sino en el día a día, porque no sabemos hasta dónde podemos llegar, pero le ponemos ficha a todo. Trabajamos con objetivos reales, sabiendo que cada uno es diferente y que las personas siempre pueden sorprender en todo el progreso que llegan a lograr.
Artículo Publicado en la edición Nº 27 de Revista ENFOQUE