El padre Alberto Barros, párroco de la Iglesia Santa Catalina y referente de Cáritas en Posadas, reflexionó sobre los diez años del papado de Francisco, el primer latinoamericano en ser electo Vicario de Cristo en 2000 años de existencia de la Iglesia Católica. «Ha traído a la Iglesia una frescura nueva, una mirada nueva, el aporte de la Iglesia Latinoamericana a la Iglesia universal. Ha sido una riqueza enorme, no siempre comprendida, sobre todo en Europa, donde hay un catolicismo más envejecido», sostuvo en una entrevista conENFOQUEMisiones.
Recordó que ese 13 de marzo de 2013, cuando el mundo vio la fumata blanca y la posterior aparición de Jorge Bergoglio como el Sumo Pontífice estaba haciendo actividad física en la costanera de Posadas. «Había seguido los acontecimientos de la elección, pero ese momento puntual no estaba frente al televisor. Cuando regresé y lo supe, sentí una alegría enorme, no solamente porque habían elegido a un argentino. Reconozco que me sorprendió, porque él no era de los cardenales más jóvenes», evocó.
El padre Beto, como lo conocen, indicó que siempre siguió de cerca el pensamiento del entonces cardenal Bergoglio, pero que nunca tuvo trato personal con él. «Sé que tuvo una gran participación en la Conferencia de Obispos Latinoamericanos realizada en la Basílica de la Virgen de Aparecida, Brasil. Fue quien guió la reflexión y marcó el documento elaborado tras ese encuentro, en 2007», apuntó.
«Lo primero es que doy Gracias a Dios. Francisco es un gran regalo para el mundo, para Iglesia. El hecho de que sea latinoamericano y con la línea de reflexión bíblica y teológica que tiene ha sido una gran novedad para la Iglesia, acostumbrada a papados europeos», sostuvo Barros.
Destacó que «en estos diez años hay muchísima gente que ha vuelto a la Iglesia Católica, hay una admiración grande en el mundo de creyentes y no creyentes. Es el Papa que nos vuelve a conectar con la frescura de la Persona y la Palabra de Jesús. La Iglesia con 2000 años, santa y pecadora al mismo tiempo, ha ido acumulando costumbres y criterios, que a veces poco tienen que ver con la Persona y la Palabra de Jesús. Francisco nos volvió a esa fuente, que es lo que en su momento hizo el Concilio Vaticano Segundo, que culminó en 1965 pero que lo habían dejado ahí quietito».
Para el párroco de Santa Catalina, Francisco «entusiasmó a mucha gente, que empezó a decir ‘esta es la Iglesia que yo esperaba, de puertas abiertas, que no juzga ni condena, para todos’. Particularmente para los últimos, los indefensos, los que no cuentan, aquellos que el Papa dice que son tratados como ‘los descartables’ en la sociedad del consumo, del éxito, de la ambición».
Barros se remitió al primer escrito del Papa, ‘La alegría del Evangelio’, donde dice algo que ya repetía en Buenos Aires: «Prefiero una Iglesia accidentada, manchada y herida por salir a la calle, y no enferma por vivir encerrada en sí misma, y perdida en una maraña de procedimientos y costumbres que no llevan a ninguna parte». Para el padre Beto, «esa es la mirada de una Iglesia abierta, con todos los riesgos que eso supone».
Mostró su admiración por un Papa «que se ocupa de temas que son dejados de lado, como el de los adultos mayores, los ancianos, muchas veces no tenidos en cuenta, sobre todo en la cultura occidental, más consumista, individualista. Nos olvidamos que son la gran sabiduría, las luces que con su experiencia nos ayudan a caminar en esta vida. Aprender a mirar a los ancianos es parte de esta Iglesia abierta que no descarta a nadie y valora la riqueza de todos».
Ponderó la decisión de Francisco de mostrar «una extraordinaria apertura a gente que ha sufrido por su situación matrimonial, separados, en nuevas uniones, vueltos a casar, muchas veces discriminados, mirados con prejuicios. El Santo Padre, en ese sentido, volvió a lo más original de la moral católica: Dios mira a cada uno desde su situación y valora la fe de cada uno cualquiera sea su situación, hay una riqueza en cada persona, no hay católicos de segunda, de tercera o de cuarta. El Papa va terminando con ese catolicismo elitista que tiene el dedo acusador. Nadie es Dios para juzgar la intimidad, la conciencia y lo que hay en el corazón de cada persona».
Barros marcó también la mirada integral de la ecología que ha sostenido el Papa: «Siempre pensando en el bienestar general de la humanidad. No piensa solo en la ecología en cuanto al cuidado de la naturaleza, sino integrando a la persona. En la encíclica ‘Laudato Si’, nos pide escuchar tanto el clamor de la tierra como el de los pobres, porque en una sociedad individualista, consumista, que busca el lucro, el bienestar personal, no interesa cuidar el planeta con tal de conseguir riquezas a corto plazo. Esto también genera más pobreza, exclusión, más gente al margen del bienestar. Francisco nos invita a pensar que el mundo no puede funcionar desde esta mirada del consumismo alocado, que termina beneficiando a unos pocos en detrimento de grandes mayorías».
«Esta postura el Papa la ha ido instalando en la Iglesia, en organismos internacionales, en sus distintos viajes. A propósito de estos, ha privilegiado ir a lugares pequeños del mundo, los que no suelen aparecer, de África, de Asia», agregó.
Barros indicó que Jorge Bergoglio, «se mueve mucho con gestos. Como con su apertura y acompañamiento a los inmigrantes que llegan a Europa, que muestran el mundo de la pobreza, de la marginación, fruto de los grandes intereses económicos que no tienen problema en destruir el planeta, generando más pobreza, en busca del lucro personal, que genera tanta inmigración».
Para finalizar, mencionó lo que se viene en este Papado: «Me imagino que debe estar preocupado por la continuidad del camino que está haciendo, pensando en el futuro de todas las reformas que está encarando allí donde se toman muchas decisiones. Es una persona grande, no sé por cuántos años más Dios nos regalará su presencia. Seguramente estará preparando una sucesión que siga caminando en la senda que ha marcado».