Escribe Noelia Olivera, columnista Revista ENFOQUE
“En 1992, al término del Decenio de las Naciones Unidas para los Impedidos (1983-1992), la Asamblea General proclamó el 3 de diciembre Día Internacional de las Personas con Discapacidad. El Decenio había sido un período de toma de conciencia y de medidas orientadas hacia la acción y destinadas al constante mejoramiento de la situación de las personas con discapacidades y a la consecución de la igualdad de oportunidades para ellas”.
Así explica Wikipedia el porqué de una fecha que busca concientizar sobre la realidad de las personas que vivimos con una discapacidad. Y en este mes, cuando nos aprestamos a despedir el 2016 y también se cumple un año desde que publicamos la primera nota en ENFOQUE, es bueno reflexionar sobre la dimensión de este tipo de celebraciones.
Es interesante ver cómo las Naciones Unidas fue cambiando la manera de enfocar sus declaraciones, ya que en los ‘70 hablaba de los Derechos del Retardado Mental o más adelante, de los Derechos de los Impedidos, hasta llegar en los ´90 a las Personas con Discapacidad, demostrando que el cambio de paradigmas lleva años para consolidarse, y es una lucha que todavía está en sus inicios.
Si bien la declaración de 1992 significó dejar de hablar de acciones que “tendían” a lograr una mejor calidad de vida, para poner la atención en los Derechos, también es cierto que todavía es difícil la puesta en práctica de leyes que garanticen que la calidad de vida de las personas con discapacidad efectivamente mejore.
Si hoy hacemos un repaso a los 24 años de su puesta en vigencia, es mucho lo que se ha conseguido, sobre todo en el largo camino de salir del paternalismo para llegar a la real autonomía en que queremos vivir. Pero es imperioso insistir en una de las premisas, la que dice que “nada debe hacerse para nosotros, sin nosotros”. Porque nos consta que muchas veces lo que se ha escrito no pasa de ser buenas intenciones que difícilmente se concretan en acciones efectivas, principalmente porque no se nos suele consultar para las decisiones que se toman, aun cuando sean para nuestro bien. Por ejemplo, hablando siempre de las rampas, muchas veces nos encontramos con que son demasiado empinadas, o terminan en una puerta que se abre para afuera y nos hace retroceder, por citar solo algunos de los miles que podemos narrar como experiencia de acuerdo a las distintas discapacidades.
Solo es posible lograr un cambio de paradigmas si nos acercamos a la vivencia de cada uno de nosotros. Tenemos que SABERNOS, en el más completo y simbólico sentido de la palabra. Saber, por ejemplo, que ninguna discapacidad es igual a otra, por la simple razón de que no hay dos seres humanos iguales. Y que cada uno de nosotros tiene necesidades diferentes así como capacidades en abundancia, que podemos aportar con gusto a la sociedad en la que vivimos.
Con esta idea, el 3 de diciembre nos juntarnos un grupo de amigos para andar por las calles céntricas de Posadas, Misiones .
La cita fue el sábado a las 5 de la tarde en la Plaza San Martín, donde nos reunimos personas en silla de ruedas, con muletas, no videntes y varios otros tipos de discapacidad, además de amigos, familiares, compañeros de trabajo, de estudio, entre ellos la diputada del Parlasur distrito MIsiones y presidente de la Comisión de Derechos Humanos de ese organismo, la Dra. Cecilia Britto, la prosecretaria legislativa de la Cámara de Representantes Dra. Maria Marta Le Gentil y la diputada MC Blanca Acosta, y otra gente que se fue sumando solidariamente a nuestra propuesta de visibilizarnos y recorrer las calles de la ciudad en la que vivimos, y en la que no siempre nos resulta fácil andar.
Luego de prepararnos, invitamos a varios de los presentes a vendarse los ojos, a sentarse en una silla, o a acompañarnos caminando con la ayuda de un andador y así comenzamos el recorrido, teniendo como primer punto la parada de colectivos de la esquina de Ayacucho y La Rioja.
La movida rápidamente captó la atención de todos los que nos veían. Mucho más cuando paramos al primer transporte de pasajeros y le preguntamos al chofer si tenía rampa de acceso y la respuesta fue que no… Bastante incómodo, respondió que tampoco sabía si otras unidades tenían, y al final dijo que los colectivos que sí tenían rampa circulaban solo a determinados horarios. Luego paramos al que venía detrás, y la situación fue exactamente la misma.
Después seguimos andando y entramos en un local de venta de ropas… Éramos varios pero no pudimos avanzar más que unos metros porque los percheros y mostradores nos complicaban el acceso, sin contar con que la sección femenina se encontraba en el segundo piso y solo se llegaba por escalera…
Las chicas del local nos dijeron que debíamos hablar con la encargada, quien terminó comprometiéndose a charlar con los dueños sobre lo que le planteamos. Y esto era que todos los que estábamos ahí podíamos ser clientes, que todos nos vestimos (y comemos, y usamos celulares, y lo que se les ocurra como todo el mundo), pero que si queríamos comprar algo, era difícil para nosotros acceder a los productos, o entrar a los probadores. Y lo mismo va para los supermercados o bares, o cualquier local, porque un dato que se repite es que casi no existen los baños adaptados, ni siquiera en los muchos locales recién construidos, y que si se tomara conciencia de que somos tan clientes como todos, el contar con accesos sería beneficioso no solo para nosotros sino para las ventas de cualquier comercio.
También, como ya hablamos muchas veces del estado de las calles y veredas, solo diremos que quienes nos acompañaron con los ojos vendados o en silla, fueron muy explícitos respecto a la angustia que sintieron al sentirse dependientes, y asustados por no saber si se encontrarían con un pozo, una baldosa rota o con personas que no los tendrían en cuenta…
Porque de eso se trata todo, de tenernos en cuenta, para que no haga falta un 3 de diciembre y que todos los días podamos ejercer nuestros derechos como personas plenas, para que podamos disfrutar de las capacidades de cada uno, y porque la comunidad que construimos se hace mejor cuanto más participamos. Esa es la verdadera y real celebración, la de la vida en su máxima, solidaria y plural expresión.