(*) Por Santiago Tristany
ENFOQUE conversó con el Doctor en Ciencias Sociales, sociólogo, profesor e investigador Luis García Fanlo[i], quien nos habla sobre la “argentinidad”, el peronismo, el kirchnerismo, el gobierno de Cambiemos y algunas cosas más.
Dice en su texto “Pueblo, populismo y argentinidad. La gubernamentalidad peronista”[ii] que en toda esta racionalidad o conjunto de racionalidades que llamamos peronismo se entrecruzarían discursos y prácticas prescriptivas: así como hay una economía de los bienes también hay una economía moral del pueblo. La vida digna, la pobreza con justicia social, la superioridad ética del pobre ante el rico, el consumo justo, el ideal de una aspirabilidad que no altere básicamente el equilibrio entre las clases sociales. De modo que el peronismo se hizo cuerpo y alma en los argentinos gobernando hábitos, morales y éticas, hasta convertirse en sentido común asociado implícitamente a la argentinidad, concebida como forma elemental y fundamental del ser nacional.
También explica en “La identidad nacional en tiempos del Bicentenario”[iii] que en la Argentina del bicentenario de la independencia, el desarrollo económico ya no es el único que asume formas desiguales y combinadas, sino la totalidad de las dimensiones en que se estructura la sociedad, en particular en términos estético-políticos y ético-culturales. Afirma que el kirchnerismo intentó gobernar esta nueva situación gestionando un patchwork identitario, intentando refundar la argentinidad como un conglomerado de heterogeneidades gestionadas, construyendo una mayoría compuesta por la suma de decenas de minorías… y que la argentinidad del siglo XXI sólo parece reconocerse en el espectáculo y el consumo…
Por otro lado, argumenta en “La modalidad hegemónica de la argentinidad” [iv] que, sea que el gobierno de Cambiemos logre separar al peronismo de la argentinidad o que intente fundar una nueva argentinidad, mientras la argentinidad sea vivida y experimentada cotidianamente como peronismo, quien quiera gobernar y refundar la Argentina tendrá que lidiar con ese umbral y, para hacerlo, deberá conducir-conductas antes que intentar disciplinarlas usando el simple don de mando.
¿Le parece que el “gobernar hábitos, morales y éticas” del que habla en “Pueblo, populismo y argentinidad”, sigue vigente? ¿Cómo lo piensa usted?
La política siempre consiste en gobernar prácticas y, por lo tanto, generar y gobernar hábitos morales y éticas. En el caso de Argentina, ese gobernar estuvo vinculado directamente con el peronismo, con un modo de ser peronista y, un modo de gobernar en términos del peronismo. Desde luego lo que estamos viviendo desde hace ya dos décadas, digamos desde fines de siglo XX y principios del XXI es una crisis de esa gubernamentalidad peronista. Esa crisis tiene que ver con cuestiones subjetivas, con cuestiones de la crisis política, con la crisis de la dirigencia. Pero también tiene que ver con que la sociedad que dio lugar a ese modo de ser peronista o esa ética peronista, ya no existe más, o está desapareciendo, esa que estaba relacionada con la industria, que estaba relacionada con el consumo interno, que estaba relacionada incluso con una manera de distribución del poder en el mundo, que ya no existe más, entre Oriente y Occidente, entre la guerra fría, etcétera. De modo que aquí hay dos cuestiones. Una la cuestión más conceptual que es que el gobernar, la gubernamentalidad, siempre es una cuestión que tiene que ver con las subjetividades, tiene que ver con las prácticas subjetivas. Y por otra parte continuamente es prescriptiva. Es decir, lo que se trata es que se generen determinado tipo de conductas que sean éticamente válidas, verdaderas. Por lo tanto, lo que está en crisis es un modo particular de esa gubernamentalidad, que es la gubernamentalidad peronista.
¿Puede explicar un poco más las características de la “argentinidad del siglo XXI”, que menciona en “La identidad nacional en tiempos del Bicentenario”?
La cuestión que yo planteo en relación a la transición que estamos viviendo, entre un tipo de sociedad que estaba basada en la cultura del trabajo, que estaba basada en la industria, que estaba basada en el pleno empleo, que estaba basada en la aspirabilidad, el asenso social, no solamente de la clase media sino de la clase obrera, la construcción de una trama de relaciones sociales basada en la relación salarial, el hecho de que la sociedad argentina giraba alrededor de la familia, de determinadas instituciones. Bueno, todo eso se ha ido destruyendo a lo largo de un proceso que comienza con la dictadura militar del año 1976, tiene una segunda etapa de profundización con el gobierno de Menem, que para mí es el que inicia la etapa neoliberal en la Argentina y, finalmente, eso lleva al estallido del año 2001. Ese estallido no es solamente un estallido político, es un estallido social. ¿Qué quiero decir con esto? Que se desarticulan totalmente todos esos entramados colectivos que existían durante el siglo XX, las clases sociales ya no son reconocibles como colectivos homogéneos y uniformes, las diferenciaciones entre las clases, los grupos sociales, ya no son horizontales sino que son verticales, incluso asumen distintas formas o bases territoriales, que no siempre pueden ser asociadas con cuestiones de clase en el sentido más tradicional del término. Por otra parte hay un estallido de los modelos estéticos, de los modelos ético-culturales que fueron los que estructuraron los modos de ver, concebir y entender el mundo durante el siglo XX, y que ahora a partir de la crisis del 2001 plantearon una multiplicidad: la aparición de una multiplicidad de identidades, una multiplicidad de subjetividades, de demandas inclusive, de demandas que son subjetivas, de demandas que son territoriales, demandas de empoderamiento, etcétera.
En ese sentido, a partir del año 2001, el intento de reestructuración de esa vieja Argentina obviamente no fue exitosa, en el sentido de que el problema es de base, el problema es de infraestructura, el problema es social. No es simplemente que hubo un cambio pasajero, sino que hubo un cambio que transformó la estructura social argentina totalmente y de una forma irreversible. Por eso digo que el kirchnerismo lo que logró en los 12 años que gobernó fue, en lugar de intentar unir lo que estaba desunido, intentar gobernarlo gestionándolo. Gestionándolo en términos de las especificidades de cada una de estas heterogeneidades. Es lo que yo llamo la sociedad patchwork. Es decir una sociedad que está, sin ninguna duda es una forma de una misma sociedad, pero son todos parches, son todos remaches, que están unidos de una manera desigual, y que representan identidades y representan fuerzas sociales y grupos sociales que difícilmente tienen una referencialidad colectiva, una referencialidad nacional. En ese sentido la argentinidad tiende a fragmentarse, tiende a perder la homogeneidad y la unidad que tenía durante el siglo XX y, entonces aparecen múltiples argentinidades o intentos de argentinidades.
En lo que respecta al espectáculo y al consumo, bueno, es lo que vemos. También como un resultado de estas transformaciones. Ya no existe más la cultura del trabajo. La cultura del consumo, la cultura del espectáculo, la política se convierte en un espectáculo y el espectáculo se convierte en la política. Lo vemos en los fenómenos de los nuevos liderazgos políticos, de las nuevas formas de pensar el cambio social. Todo lo antes era considerado como un aspecto que tenía que ver con la participación del pueblo, del ciudadano, del hombre de a pie en la política, ahora se convierte en un espectador. Un espectador de un espectáculo, donde en un escenario se desarrolla la obra de teatro, la película, la serie de televisión, que es el escenario político con sus actores, nunca mejor dicho que antes, en términos de actor. Es decir son en todo sentido actores. En ese sentido, bueno, es otro elemento que hace que la argentinidad se vea convertida en un espectáculo de consumo, en algo que se invoca más que nada para la publicidad, se invoca para causas que tienen que ver con lo espectacular, en fin. Ahí también podemos ver cómo la argentinidad se ve profundamente afectada, atravesada, y desmembrada por estas nuevas condiciones sociales, por estas nuevas condiciones de la estructura social argentina.
¿Podría hablar un poco más sobre el “fundar una nueva argentinidad” que usted ha mencionado en “La modalidad hegemónica de la argentinidad”?
En realidad el enunciado acerca de “fundar una nueva argentinidad” es un enunciado más metafórico que real, más que nada una herramienta analítica. No es que se funda una argentinidad, no es que se funda una chilenidad, no es que se funda digamos un modo de ser asociado a una determinada identidad nacional. Lo que quiero decir con eso es que la Argentina tuvo dos grandes momentos en los cuales la identidad nacional se construyó de tal manera para favorecer un determinado tipo de país, un determinado modo de reproducción del capitalismo y, que eso significaba un determinado tipo de cuerpo, de subjetividades, de maneras de entender el mundo y, que fueron por un lado el proyecto del siglo XIX de la generación del 80’, de la República Conservadora, que fue la que organizó el país, que fue la que de alguna manera estableció el conjunto de los rituales más duraderos y más estructurantes de la sociedad argentina, inclusive hasta el día de la fecha. Y después tuvimos el otro intento, que fue un intento, digamos ahí sí de contraponer a esa argentinidad llamémosle oligárquica, llamémosle de las clases dominantes, que fue el peronismo. Cuando digo el peronismo me refiero al primer peronismo, el del 45 al 55. Después el otro peronismo ya es otra cosa, ya tiene que ver con otra Argentina y con otro peronismo y con otras condiciones de análisis.
Pero digo, esos dos proyectos son los que básicamente intentaron fundar una argentinidad. Obviamente lo que querían era fundar una argentinidad que atravesara el conjunto de las clases sociales. Desde luego que el proyecto de la generación del 80’ lo logró, pero que eso entró en una crisis a partir de la Ley Sáenz Peña, a partir de la aparición del Radicalismo, a partir del cuestionamiento de los sectores populares, de las clases medias, a ese unicato, de las clases dominantes, especialmente las oligarquías terratenientes, el capital monopólico extranjero.
Por otra parte el peronismo también fracasó parcialmente. Logró generar una nueva argentinidad, en la cual se iban a referenciar, o se referenciaba el pueblo, los sectores populares, pero no logró que ese intento llegara al resto de las clases sociales, al resto de los sectores sociales de la sociedad argentina. De hecho, ahí es donde se produce esa gran brecha o esa primera gran grieta que tiene la Argentina en el siglo XX que es el del peronismo y el anti-peronismo. De alguna manera son dos maneras de concebir la argentinidad, dos maneras de concebir el mundo, dos maneras de entender hacia dónde vamos, de dónde venimos y a dónde queremos llegar.
Por lo tanto, es muy difícil. Entre esos dos proyectos es donde se ha jugado todo el siglo XX. Por supuesto, con distintas expresiones, con distintas modalidades, se han ido transformando, se han ido adecuando a los nuevos tiempos, a los desarrollos del capitalismo, a los procesos del capitalismo, los sectores terratenientes a la industria, etcétera. Pero, la cuestión es que fundar una alternativa, una tercera argentinidad no es algo tan sencillo. En particular porque como decía en la respuesta anterior y, sin entrar en el debate o en la discusión acerca de si el kirchnerismo es una forma de peronismo o si son dos cuestiones separadas, el kirchnerismo fue exitoso, el intento de generar, digamos, ese cuerpo militante, esa subjetividad kirchnerista, asociarla con la argentinidad. Recordemos que le tocó al gobierno kirchnerista organizar los festejos del Bicentenario de la Revolución de Mayo, y que fue un momento muy importante para reafirmar valores, previos y también para hacer una revisión de muchos aspectos de la historia argentina y, entonces bueno, se hace muy difícil.
En el caso por ejemplo de Cambiemos, un gobierno nacional, más actualmente, evidentemente no está a favor de la continuidad de ese modelo peronista, es anti-peronista, por supuesto también es anti-kirchnerista. También en algún sentido tiene serias diferencias con el liberalismo de la República del 80’, de la generación del 80’, con ese liberalismo conservador. Sin ninguna duda, que Cambiemos expresa una rama del pensamiento neo-liberal. Está muy ligado a nuevos fenómenos que se están produciendo en el siglo XXI, decíamos las nuevas identidades, los nuevos movimientos sociales. No me refiero a movimientos sociales de los sectores populares, sino a los movimientos sociales que tienen que ver con esto que se suele llamar la posmodernidad: movimientos sociales del consumo, de identidades sexuales, de identidades inclusive gastronómicas, podríamos decirlo de alguna manera, el mascotismo, el animalismo, la cuestión de los subtextos prescriptivos tienen que ver con el deporte, con la vida sana, que tienen que ver con bueno, esto que se dice la revolución de la alegría. No parece que eso vaya a funcionar como un modelo que pueda modificar el panorama previo. En ese sentido si hay una grieta no es entre Cambiemos y el izquierdismo, sino es una grieta de otra naturaleza, es una grieta social. Pero no es una grieta sino son múltiples grietas. En ese sentido, a medida que va pasando el tiempo y esto no se revierte y esto se va profundizando, más que fundar una nueva argentinidad, estamos ante el umbral de la desaparición de la argentinidad, por lo menos en el sentido en que la conocimos todo el siglo XX.
Pero bueno, son procesos en curso, son procesos muy complejos y, además, no se pueden analizar exclusivamente en términos generales, sino que hay que analizarlos en términos de las distintas categorías de edades, sexo, generacionales, de clase, territoriales también, por supuesto. La Argentina es un país con muchas diferenciaciones territoriales, que se han ido profundizando cada vez más, durante los últimos años. Las viejas categorías del NOA, NEA, Centro, Patagonia, ya prácticamente hay que dejarlas de lado, porque ya no dan cuenta de las dificultades y no dan cuenta de este grado de patchwork, de este grado de desmembramiento de la sociedad argentina. En ese sentido habrá que seguir esperando, habrá que ver. La sociedad gira, no tiene la bola de cristal para saber lo que va a pasar, tiene la capacidad de analizar el presente y, ese presente lo analiza en función de estar continuamente interpretando, reconfigurando, las interpretaciones sobre el pasado. Bueno, en eso estamos.
(*) Licenciado en Psicología
[i] Luis E. García Fanlo (Buenos Aires, 1957). Doctor en Ciencias Sociales y Sociólogo por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Algunos de sus cargos son: Profesor Adjunto Regular de Historia Social Argentina y Profesor Titular de Sociología de la argentinidad, ambas en la Carrera de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Profesor en la Maestría en Estudios Culturales (Universidad Nacional de Rosario). Director del Proyecto UBACYT: “Modos de existencia de la identidad nacional en la cultura argentina entre fines del siglo XX y principios del XXI”. Director del Proyecto “Regularidades y discontinuidades de las modulaciones de la identidad nacional en la cultura argentina entre fines del SXX y principios del SXXI” en el Programa de Reconocimiento de Investigaciones, Secretaría de Estudios Avanzados, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Investigador del Área de Estudios Culturales del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado el libro Genealogía de la argentinidad (Buenos Aires, Gran Aldea Editores, 2010).
[ii] Luis García Fanlo (2015). Pueblo, populismo y argentinidad. La gubernamentalidad peronista. En Carina González. Peronismo y representación. Escritura, imágenes y políticas del pueblo. Buenos Aires (Argentina): Final Abierto.
[iii] Luis García Fanlo (2016). La identidad nacional en tiempos del Bicentenario. Diario LA NACIÓN. 28 de marzo de 2016.
[iv] Luis García Fanlo (2016). La modalidad hegemónica de la argentinidad. Diario LA NACIÓN. 9 de febrero de 2016.