(*) Por Santiago Tristany
Se publicó en diciembre un informe de investigación en la revista Plos ONE (*) en el que se explican los hallazgos realizados respecto a la obediencia de las personas en ciertos contextos.
Tradicionalmente, se consideraba la obediencia a la autoridad, según los hallazgos realizados por Milgram durante los años 60, en sus investigaciones sobre dicho tema en la Universidad de Yale. En estos estudios, se planteaba que los participantes obedecían a la autoridad, porque habían entrado en un “estado agente”, es decir, una especie de “obediencia automática” que dejaba de cuestionar lo bueno y lo malo, convirtiéndose así el sujeto bajo órdenes, en una especie de “autómata” o “androide” obediente que ejecuta “eficientemente” las órdenes de la autoridad, sin objetar la corrección de tales instrucciones impartidas por la autoridad. Esto era una idea que pretendía explicar la conducta de algunos sujetos que cumplen órdenes consideradas “crueles”, “brutales” o incluso “genocidas”, especialmente cuando las órdenes provienen de una autoridad fuerte o poderosa como es el “Estado” o bien el Gobierno.
Sin embargo, en esta investigación de la que se presentan los resultados, se concluye que no existe tal “estado agente” respecto a la obediencia “automática” a la autoridad. Los autores concluyen que no es el caso que los participantes de actos crueles no se interesan por las víctimas. Lo que proponen, es que se trata de una relación de “adhesión comprometida” o de “partidismo comprometido”, en el que la obediencia es una función de identificación relativa con la “causa”, es decir, en el contexto de la investigación la “causa” es el conocimiento científico, “la ciencia”, “el objetivo o meta” del experimento. Los participantes de actos crueles, estarían identificándose, alineándose tanto con la autoridad, como con los “sujetos pasivos” de la agresión, intentando los participantes satisfacer a ambas partes.
¿Cómo es esto? En el experimento, los participantes recibieron instrucciones de suministrar cierto monto de sufrimiento eléctrico a los “aprendices”, si éstos respondían incorrectamente a las preguntas que se le planteaban. Si bien los participantes cometían la agresión hacia las víctimas del experimento, primero intentaban ayudarlas dándoles “pistas” para que las víctimas pudiesen aprobar la prueba (es decir aprender) sin necesidad de recibir “el castigo”. Cuanto más ayudaban a la víctima, menos estrés sentían al aplicar el sufrimiento a la víctima.
Cuando aplican el castigo cruel, no lo hacen porque “desconocen” –por no tener conciencia- el sufrimiento de la víctima, sino que aplican el castigo “a pesar de conocer y comprender” el sufrimiento de la víctima. No es que los participantes obedecen porque son máquinas insensibles, sino que ponen como principal meta de su conducta, cumplir fielmente con el objetivo que se ha propuesto el investigador, es decir, “asumen absolutamente como propia” la causa que persigue la autoridad y, eso tiene prioridad por sobre la idea de la magnitud del sufrimiento de la víctima…
Cuando un grupo de personas bajo las órdenes de autoridades, participa de actos considerados –por otras personas- como crueles o “inhumanos”, están siendo parte de algo que para estas personas “crueles”, es más grande que ellas y, voluntariamente, deciden colaborar con dichos objetivos “compartidos” con la autoridad. No son robots sin conciencia o entendimiento, sino “activistas” o “partidarios” o “colaboradores activos” de las autoridades.
Cuando un miembro de una fuerza armada o policial, dispara y mata a otro humano, no podemos pensar que tal efectivo del Estado “es una máquina que no piensa en las consecuencias de lo que hace”. Más bien, lo que tenemos es un ser humano entrenado –deliberadamente- para hacer lo que debe hacer cuando sus autoridades se lo ordenan, sin cuestionarlo. Para tal persona, obedecer a sus autoridades es algo que está en un nivel de importancia superior, respecto a lo que pueda pensar sobre las órdenes que ha recibido. La persona entrenada –deliberadamente- para obedecer sin cuestionar, no puede detenerse a deliberar para decidir si obedecer o no obedecer: debe obedecer las instrucciones. Pero esto no lo convierte en una máquina. Sigue siendo un humano con la capacidad de pensar y sentir, aunque “muy obediente”…
(*) Licenciado en Psicología
(*) Gonzalez-Franco M, Slater M, Birney ME, Swapp D, Haslam SA, Reicher SD (2018) Participant concerns for the Learner in a Virtual Reality replication of the Milgram obedience study. PLoS ONE 13(12): e0209704. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0209704