«Educación para las Primaveras» no empezó siendo escuela, sino el aula satélite de otra escuela y no tenía nombre. Y allí, a 20 kilómetros de El Soberbio, fue a trabajar Martín Cornell en 2007, recién egresado de magisterio en Buenos Aires y como personal único. Ni el idioma sabía, pero quería para el aula un nombre «que representara lo que estábamos haciendo, y a la vez pudiera ir más allá en el tiempo. Habíamos hecho todo un trabajo con los chicos y estaba claro que para ellos, educación era la palabra más importante. El paraje pertenece a Colonia Primavera, así que alguien dijo ´Educación para Primavera´. Le pusimos la ´s´ y así quedó. En 2014 pasamos a ser unidad escolar independiente (Escuela Rural Nª 940). Y logramos que nos reconozcan formalmente el nombre, con el que ya veníamos denominándonos hace rato.
Ya la gente lo resume: ‘las primaveras’ nomás», dice Martín.
– Educación para los inviernos ya hemos tenido bastante además…
– Si. Y nos interesa trabajar mucho el cuidado del medio ambiente y lo artístico, así que las primaveras vienen bien.
La 940 es una escuela primaria y de nivel inicial, con sala de 4 y 5 acopladas. Y luego de 1º a 7º, con tres docentes en plurigrados: primero a cuarto a la mañana en dos salas, y a la tarde de quinto a séptimo en una misma sala. «Ponemos a los más grandes a ayudar a los más chicos», cuenta Martín, que a la mañana ejerce el cargo directivo y a la tarde se ocupa de los mayores.
Son 80 estudiantes, todos de habla bilingue…
– ¿Cómo llegas a este lugar y a esta tarea?
– Soy de Buenos Aires, donde estudié Historia y Magisterio. Quería ser docente rural y trabajar con el medio ambiente. (Antes quería ser guardaparque). Conocía Misiones desde el 1998; pertenecía a un grupo de padrinos de escuelas rurales en zona Centro: Alem, Caayarí. Pero bueno, vi que venir una vez al año no alcanzaba y decidí instalarme como docente. Vine en el 2006. En el 2007 me hice cargo del aula satélite.
– Mirando para atrás… ¿qué fue lo más difícil?
– El primer año sin duda. Me sorprendió que El Soberbio es casi estar en Brasil: por su cultura, su música y los medios de comunicación que llegan.
En su momento fui personal único: único docente y único adulto en la escuela. Me tocaba hacer todo…. (y ahora nos toca igual hacer todo a los tres que estamos). En ese tiempo tenía 60 chicos en un solo turno. Hoy logramos separar a los más pequeños, que son los que más apoyo necesitan en la lectoescritura.
Y en ese primer momento era muy complejo: yo no sabía su idioma y los chicos venían sin ningún aprestamiento. Miro para atrás y me cuesta recordar cómo solucioné los problemas que iban surgiendo día a día. Porque la escuela no tenía los recursos didácticos que hoy tiene. Sé que leíamos mucho: lectura en voz alta que hacía yo para todos y luego distintos trabajos para cada nivel.
Y me enseñaron mucho ellos a mí también, desde el idioma hasta su forma de vida.
– ¿Cómo es un día habitual?
– A las 7:00 llegan las cocineras (mamás que tienen sus hijos en la escuela). A las 8:00 recibimos a los chicos, se saluda a la bandera, y luego se sirve el desayuno. Porque sabemos que algunos no desayunan bien o igual, ya que al venir caminando (3, 4 kilómetros), queremos que tengan ese refuerzo. Tienen clase con las maestras y a mediodía se almuerza (en tres turnos: jardincito, luego los chicos de la mañana y luego los de la tarde). Y se quedan dos horas más a talleres en contraturno.
El turno mañana hace arte, fotografía, educación física y educación agraria.
El turno tarde ingresa a las 10:00 y empiezan por los talleres (a los mayores le sumamos taller de cine y de radio). Luego almuerzan, pasan a clase y antes de irse toman la merienda.
– ¿Vienen predispuestos o hay que motivarlos?
– Vienen con ganas: algunos llegan bastante antes o no se van y hay que correrlos. Pero todo el tiempo hay que incentivar para que vengan los días que no están tan lindos. Y también para que sigan estudiando. Que puedan hacer la secundaria.
Estrategias
«Sabemos que la escuela rural es la única pata que el Estado tiene en la zona y hay actividades que si la escuela no las genera, no hay otra institución que las brinde. En la zona no hay acceso a otras cosas. Por eso, tratamos de dar una educación integral».
Se trabaja en tres ejes: Educación agraria: revalorizar los saberes de la familia campesina pero al mismo tiempo incorporando técnicas nuevas. «Porque hay ciertas cosas que ya no se pueden seguir haciendo como antes».
Educación artística: que vean algún espectáculo o hagan sus propias creaciones.
Y Oficios: «Pues antes no había escuelas secundarias en la zona. Ahora está el BOP Nº 76 y tenemos un convenio con el IEA 9 que guarda vacantes para nuestros egresados».
Martín cuenta que una de las formas que encontraron para funcionar fue y es involucrar a distintos sectores de la comunidad. «Sólo con el presupuesto educativo no podríamos hacer todo lo que hacemos. Tenemos ayuda de la comunidad: en principio con el club de madres, que hacen actividades para recaudar fondos o ponen mano de obra. Pero también incorporando a la sociedad civil. Hay muchas personas que están predispuestas y no saben a quién ayudar o cómo».
Desde este año están incorporados al ESA (programa «La Escuela Sale del Aula», que depende del Ministerio de Educación. «Pero nosotros tenemos talleres desde 2010. Eso se logró hacer gracias a la colaboración de ONGs que le pagaban a los talleristas. O convenios con el Iaavim o Secretaría de Agricultura Familiar. Generamos esas redes para que la escuela se contacte con otras áreas del Estado, no sólo Educación».
Además, la tarea diaria (y las necesidades que van surgiendo) se visibiliza a través de un activo FB (Escuela Rural Educación para las Primaveras) con coloridas fotos. «Al poner la cara nos van conociendo y logramos respaldos».
– ¿Cómo sigue esto?
– En este momento estamos con dos proyectos: el nuevo galpón para la cría de animales y abastecimiento del comedor escolar (que surge a partir de ser seleccionados por la Fundación Díaz Vélez). Y estamos construyendo un aula con una cocina y algunos bañitos, para el EPI -Espacio de Primera Infancia-.
– ¿Es necesaria la escolarización temprana?
– No tanto eso como los controles de salud y la nutrición cuidada, que se brindarían allí. Y en contraprestación las mamás van a tener que hacer algún tipo de taller, aprender cocina saludable, a desarrollar huertas o costura.
– ¿Quién cuida las huertas los fines de semana?
– Mucho trabajo recae en mi familia y yo, que vivimos al lado de la escuela. Cuando salimos les toca a las cocineras de la escuela, que son mamás, viven cerca y hacen el favor. Pero en el verano ya tenemos a alguien pago. Porque nos pasaba eso, que se nos caía la producción y se llenaba todo de capuera cuando nos tomábamos vacaciones. Fuimos viendo cómo hacen escuelas como las EFA. Esa guardia la solventamos con recursos que hay que conseguir, o lograr convenio con alguna Ong que pague ese sueldo.
– ¿Cómo es la vida de tu familia?
Disfrutamos. Tenemos a nuestros hijos -que son alumnos de la escuela además- y uno ve que se crían más libres. Pueden andar en bicicleta, ir a la casa de amigos, trepar a los árboles. No es lo mismo que en la ciudad.
Escribe Ivana Roth, Periodista.
Artículo publicado en la edición N° 41 de Revista ENFOQUE