Han pasado sólo algo más de tres años desde que empezó en Brasil la masiva investigación de corrupción conocida como «Lava Jato». Desde entonces, docenas de políticos de envergadura y directivos de empresas fueron encarcelados y se recuperaron miles de millones de dólares mediante acuerdos. Sin embargo, el Lava Jato entró en una nueva fase. El lunes el fiscal general de Brasil denunció al presidente Michel Temer acusándolo de haber recibir u$s 150.000 en coimas provenientes de JBS, el frigorífico más grande del mundo.
Estas son aguas inexploradas para la mayor economía de Latinoamérica. Si bien dos ex presidentes fueron destituidos desde que Brasil volvió a la democracia hace 40 años, ésta es la primera vez que un presidente en funciones enfrenta un juicio penal. Además, esta situación se produce al mismo tiempo que el país empieza a emerger de su peor recesión de la historia. Curiosamente, los mercados hasta ahora se toman la crisis política con filosofía. La moneda se debilitó y el índice de acciones Bovespa ha retrocedido. Sin embargo, todavía no hubo una gran liquidación.
Una razón para la relativa calma de los mercados es que Temer, que niega enfáticamente todas las acusaciones en su contra, probablemente sobreviva. Si bien ha sido denunciado, se necesitan dos terceras partes del Congreso para ratificar la acusación y enviarlo a juicio ante la Corte Suprema. Si bien la coalición de Temer se está debilitando, y su índice de aprobación es de un dígito, es probable que igualmente cuente al menos con el apoyo de una tercera parte del Congreso.
De hecho, gran parte del parlamento, que también está siendo investigado, quizás ahora tenga un incentivo para respaldarlo. Defender a Temer implica defenderse a si mismos ‘y al resto de la clase política’ de los fiscales federales.
Tampoco el Congreso tiene un sucesor evidente a quien recurrir: Temer llegó al poder desde la vicepresidencia el año pasado después de que la presidente Dilma Rousseff fue destituida. Pero ahora no hay vicepresidente. De hecho, el siguiente en la línea de poder es el presidente de la cámara baja, Rodrigo Maia, un aliado de Temer que ya aclaró que no aceptará un caso de juicio político porque sería otro proceso tortuoso y desestabilizador.
Excepto que haya más sorpresas inesperadas ‘como más acusaciones contra el presidente, una deserción de algunos de sus aliados parlamentarios, o protestas callejeras masivas’ Temer probablemente sobreviva hasta las elecciones presidenciales del año próximo.
Otra razón para la relativa calma de los mercados es la economía. La inflación cayó a su nivel más bajo en una década. Las tasas de interés están bajando. La inversión extranjera directa sigue entrando al país, lo que cubre fácilmente el reducido déficit de cuenta corriente. Y si bien el programa de reformas del gobierno ahora puede paralizarse en el Congreso, en algunas áreas el sector privado está tomando la posta. Esta semana Vale, la compañía de mineral de hierro más grande del mundo, comenzó a unificar su estructura accionaria y así diluir la influencia de los fondos de pensión estatales en las votaciones de la compañía. Ese es un importante paso que permitirá mejorar el gobierno corporativo.
Para muchos brasileños, y también para los inversores extranjeros, con la investigación Lava Jato nacieron las esperanzas de tener una sociedad más justa, donde los delitos cometidos por los ricos y poderosos ya no queden impunes, y que las recompensas económicas se repartan de manera más equitativa y que no se roben. Sin embargo, lamentablemente la crisis política actual debilitará la recuperación económica, y demorará cualquier repunte del empleo y de los salarios reales.
Hasta ahora, el presidente más o menos ha apoyado el Lava Jato. Ahora lo describe como una caza de brujas judicial contra políticos, y como una «ficción». Este es terreno peligroso.
Fuente: Cronista