Efectivamente, es un buen momento para volver a encontrarnos. Porque transitamos por esos caminos que nos hace recorrer la vida y, muchas veces vamos dejando atrás aquello que consideramos más importante. En algún momento debemos detenernos, meditar, reflexionar, recordar. En esos lugares y momentos que, con aquellas personas, hemos decidido que eso queríamos. Ahí vamos a centrarnos.
Tal vez no podíamos en aquel entonces, ya que la vida parecía arrastrarnos en otro sentido. Porque la vida a veces parece tener esa capacidad de llevarnos sin que podamos hacer nada al respecto. Como si fuésemos rehenes de algo que es más poderoso que nosotros y nos arrebatara con ímpetu hacia direcciones desconocidas. Como si todo aquello que realmente nos importa, quedase sepultado esperando ser hallado nuevamente, cuando alcancemos el destino que creíamos tener en dicho vértigo.
Nos centraremos entonces, en esas cosas que están acumulándose en ese lugar que tenemos disponible para lo que creemos que ahora no puede ser. Ese gran lugar donde residen aquellas cosas que más nos satisfacen, que más nos conmueven, que más nos deleitan, que más nos motivan. Ese gran lugar donde lo más preciado espera por nosotros, por nuestro tiempo, por nuestra energía, por nuestros afectos. Ese lugar que promete la paz del bienestar elusivo que tanto anhelamos. El lugar donde sabemos que somos tal como queremos ser. Imperturbable bondad de espíritu que aquieta las agitadas aguas de las pasadas luchas.
Claro que debemos organizarnos para hacer lugar a todo aquello que está esperando su momento. Nosotros somos quienes podemos hacer el espacio, el tiempo, para lo que había sido enterrado en lo más profundo, aguardando por el futuro que parecía nunca llegar. Así haremos entonces dando prioridad, ahora, a lo que antes era desterrado de nuestros pensamientos por carecer nosotros, de la capacidad de darle la oportunidad de hacerse realidad. Ahora sí abrimos paso a aquello que no pudo ser pero pugnaba por existir.
Somos nosotros quienes le daremos existencia, eligiendo sostener con acciones concretas lo que antes yacía oculto a nuestros ojos. Cuidadosamente vamos materializando lo que era mero sueño postergado. Porque ahora entendemos con claridad cómo lograrlo y alcanzarlo. Recuperamos así lo que necesitaba el permiso que le era negado. Ya no encuentra obstáculo y puede fluir libremente hasta donde deba llegar. No ofrecemos resistencia porque ahora somos nosotros quienes tenemos el control de la situación y, podemos permitirnos lo que antes no.
Si las dudas intentan persuadirnos de continuar postergando lo inevitable, procastinando incansablemente lo que sabemos debe ser, no aceptaremos en esta ocasión la invitación al olvido reiterado y monótono, que borra insistentemente nuestro acceso hacia aquella felicidad. No ahora, no más, ya no. Esta vez es diferente. Esta vez con perseverancia le daremos lo necesario hasta que alcance la superficie palpable de la realidad.
Artículo publicado en la edición N° 43 de Revista ENFOQUE
Escribe Santiago Tristany (Psicólogo)