Sacando otras reflexiones, revivimos este domingo, la entrevista con Lelia Teresita Quintana.
No fue la única, sin dudas… pero Lelia Teresita Quintana (86) fue una de las pioneras en el trabajo espiritual en la tierra colorada. Hablamos de cuando hacer yoga era una excentricidad, los grupos de meditación eran exclusivos y la Nueva Era apenas se susurraba entre conocedores.
Tela estuvo en los primeros grupos de oración con el padre Bartolomeo Vanrell. Luego, en el grupo que trajo a “Mataji” Indra Devi en el ´86. Conoció a Trigueirinho. Estuvo en talleres con Phyllis Krystal (maestra y autora del libro “Cortando los lazos que atan”) quien la bendijo para que dé su trabajo en Misiones. “No lo ofrezca nunca, pero no lo niegue cuando se lo pidan”, le dijo.
Eran los ´80 y empezó a hacer encuentros semanales en el edificio “Géminis” (en Posadas), en un espacio que abría Ñata Pellinski. “¿Qué hacía yo allí?… intuición pura. No obstante, luego vi que estaba haciendo cosas que otros maestros hacían, como trabajar con el cuerpo y la música”.
Más o menos a la par, Tela encontró a la terapeuta transpersonal Rhea Powers (autora de libros como «Servidores de la Luz» y «Cambios en la Tierra») e hizo un año de formación con ella en Buenos Aires. Con Rhea también recibió su bendición como maestra, en una escena que Tela evoca con mucha emoción, ya que fue espontánea.
Y de su mano vinieron a Posadas personas como Daniel Coifman con Flores de Bach; Mónica Socolovsky y Daniel Saltzman, de Espiritualidad Práctica. Y en 1999 trajo a Rhea para un fin de semana intensivo.
“Yo atendía gente de lunes a sábado… Así trabajé como 20 años”.
¿Cómo llamarías lo que haces?
Autoconocimiento fue el nombre que me sugirió Edwin Roth, allá en los primeros años de “La Casa del Ángel”. Y lo adoré por hacerme entender eso. “Lo que vos hacés no compite con lo de nadie y completa lo de todos”, me dijo. Y así es: uno puede estar en cualquier tratamiento y siempre puede ayudarse…. e ir más profundo.
¿Cuándo dirías que empezaste con tu búsqueda?
En los ´70. Siempre fue para mí, nunca soñé con atender a otros, ni en que la gente me iba a consultar y que me iba a amar de la forma que me ama. Porque sienten un regalo, que es la enseñanza que han recibido… que si uno la usa correctamente produce enormes modificaciones en la vida.
En Misiones mi primer contacto con lo divino fue el padre Vanrell. Él nos hablaba de cosas nuevas. Porque hoy se habla del Maestro Interno, del Yo Superior… Pero la primera vez que nos habló de eso fue conmovedor para nosotros, no sabíamos que teníamos eso adentro. Y además nos dijo: se llama de muchas maneras: Guía Espiritual, Espíritu Santo… se llama Libertad también, pero ese es el último paso…
Personas como Vanrell y Mataji son necesarias, porque abren el espacio. Y ellos abrieron la energía de la Nueva Era acá en Posadas.
Luego vino Trigueirinho… que ahí fui yo su portera, digamos, ya que lo había conocido hacía un año en Buenos Aires. Fueron impresionantes las experiencias que tuve con él. Llegué a ir a Figueiras en el ´89 (comunidad espiritual al norte de Brasil).
¿Y la familia… cómo se tomaba toda tu incursión espiritual?
Y no sé cómo se lo tomaba; nadie nunca me dijo que no fuera. Una sola vez lo hice participar a Alberto en una reunión con el padre Vanrell. Al otro día me sentó en ese sofá, como un banquillo de los acusados y me dijo que nunca jamás se me ocurriera volver a hacerle ese atropello. Porque él era un hombre profundamente agnóstico y le había hecho pasar mucha incomodidad. Y que él me respetaba absolutamente en mi misticismo, y me iba a apoyar en eso. Pero que yo no tratara de involucrarlo de manera alguna, ya sea en forma directa y mucho menos en forma tangencial.
Y así fue. Tuve que aprender a convivir en pareja con una zona de la cual no se hablaba.
Y lo hicieron… por 52 años
Es que me gustó ser esposa. Me gustó compartir la vida con él. Y sí, en el matrimonio hay una comunión en cada cosa. Cada momento es de una interrelación enorme.
¿Y cómo es tener una hija dedicada a la política? (Maggie Solari Quintana, senadora nacional por la Renovación)
No voy a decir que sea sencillo. Conlleva una serie de renuncias a los padres, porque la política es muy demandante; se antepone a los afectos. Y no es que el hijo te deja de amar. Tengo una hija llena de amor adentro. Pero, por ejemplo, yo no puedo verla, ya que ahora vive en Buenos Aires.
Y desde que ella está en el Senado, me desentendí absolutamente de los vaivenes de la política. Entendí que ya le di a la política lo mas divino y amado que tengo, que es una hija… a la que no puedo decirle “me voy a tu casa a tomar un mate”, porque no tiene tiempo. Le come toda la vida a un político su enorme vocación.
Y por otro lado me trae felicidad, ya que a ella la mantiene sana el gran entusiasmo que tiene. Ella está actuando su idea, y eso es valioso. Le encanta hacer lo que hace: la llamo y siempre está feliz. O me llama ella, pues pesca en el aire cuando la necesito. Pero en la práctica trae alejamientos y miles de domingos que no está.
¿Y cómo se relacionan política y espiritualidad?
Creo que es mejor para un político no juntarse sólo con los que piensan como él, ya que la realidad tiene muchos aspectos… como la espiritualidad. Uno al principio cree que lo de uno es lo que vale, pero hay tantos caminos.
La política tal como la vemos hoy tiene eso del viejo paradigma de la era Pisciana, en el que vos tenés que perder para que yo gane. La Nueva Era trae la idea de ganar-ganar. Tengo esperanzas de que se empiece a trabajar desde los objetivos comunes. Eso se está empezando a ver en cuanto a lo sustentable. Las grandes empresas internacionales se están ocupando de la sustentabilidad. Ese puede ser un punto de coherencia para terminar con oposiciones vanas.
A sus 86 años, Tela sigue atendiendo: “Una persona por la mañana y una por la tarde. Eso es lo que puedo procesar y lo que me deja a mí un tiempo para poder ir al río o visitar una amiga. Digamos que la soledad me conectó con una parte mía desconocida: lo súper gregaria que soy. Me encanta estar con gente”.
Tela se refiere a su reciente viudez. El 1 de mayo de 2016 falleció Alberto Tomas Ramón Solari (con quien estuvo casada 52 años y con quien tuvo la inmobiliaria que lleva su apellido).
“Consumí mis reservas en ese último tiempo, cuidándolo. Cuando Alberto falleció, yo caminaba con un trípode. Pero es extraordinario lo que la RPG hizo conmigo, con Susana Pisutti. Y la osteopatía con Broenser. Y Rosita Zambiazio me hizo ver todos los nutrientes que me faltaban. Así que ahora tomo suplementos dietarios, no remedios. Y debo decir que a los 10 días ya me sentía un poco mejor. Ya no me quería morir. Porque la verdad es esa: yo no quería vivir más. La vida le debo a estas personas”.
* Escribe Ivana Roth, Periodista y gestora cultural. Directora del proyecto “El Centésimo MONO” (radio – revista – web)
Artículo publicado en Revista ENFOQUE