Escribe Maximiliano Acosta
Su paso por Lima (Perú) fue glorioso: tres podios con una medalla dorada. Su esfuerzo, constancia y talento para seguir en la elite mundial del ciclismo adaptado hablan por sí solos. Llevando consigo la bandera de Misiones a todos lados ha hecho historia, como por ejemplo en Toronto (Canadá) 2015, donde se convirtió en la primera deportista argentina en competir en un mismo Juego Panamericano y Parapanamericano. En Perú, recientemente, no fue la excepción y volvió a dar que hablar en el mismo certamen. ¿Es diferente? Sí, está claro. Pero no por la lesión de nacimiento en su brazo derecho, llamada trastorno de plexo braquial, sino porque la rompe arriba de la bici y es, sin lugar a dudas, nuestra embajadora en la disciplina de las dos ruedas. La protagonista en cuestión es la posadeña Mariela Delgado, quien por estos días goza de unas vacaciones, tras un calendario 2019 feroz pero muy positivo. “En estos momentos ando por Villa María, Córdoba, y generalmente no agarro el celular”, nos comentó de entrada dejando en claro que necesita despegarse de la tecnología para relajarse completamente. En ese contexto se tomó un tiempo para charlar con ENFOQUE y así conocer un poco más sobre su vida.
El comienzo de su relación con la bicicleta fue en el verano del 2008. “Tenía 21 años y no sabía del ciclismo. Lo conocí cuando llevé a arreglar mi bici en la bicicletería que quedaba por la avenida Bartolomé Mitre, en la cual el dueño, Cárlos Ibañez, era el presidente de la Asociación Misionera de Ciclismo. Fue él quien me invitó a entrenar al circuito del Parque de la Ciudad, donde estaban todas las siestas. Allí me preparé con Miguel Camargo”, recuerda Mariela, quien también había practicado otros deportes como natación, gimnasia artística y vóley. “Empecé con el ciclismo porque no me limitada a hacerlo de manera competitiva porque los otros podía practicarlos pero no competir por la limitación de mi brazo. Por eso me enganché”.
Desde allí su trayectoria en la actividad tuvo un trampolín sin límite que la catapultó entre las mejores del país. Aunque como todo en la vida significó un esfuerzo importante. “En el 2011 me fui a vivir a Rafaela, Santa Fé. Previamente, para seguir mejorando me había ido a entrenar al Velódromo del Club Ciclista de esa ciudad, como no teníamos uno en Posadas. Y fue ahí donde conocí a toda la gente del club, entre ellos a Norberto Capella, que me invitó a vivir en sus instalaciones. Desde ahí arranqué a entrenar en la pista y también llegaron los títulos nacionales”, comentó la oriunda de la tierra colorada, quien en pocos años se transformó en campeona argentina de velocidad en pista (2012) y, al otro año, repetía en esa misma modalidad (en San Juan) y le sumaba el triunfo nacional en ruta y la soñada llegada a la selección de Ciclismo Adaptado para ingresar al calendario internacional.
“Irme de Posadas fue todo un cambio, pero quería tener la experiencia de vivir en otro lugar y poder prepararme mejor”, agregó Delgado, que además es un ejemplo para cualquier deportista que decida transitar el camino del estudio. “En 2011 me recibí de Licenciada en Turismo y me fui a Rafaela con un trabajo en una agencia, por lo cual trabajaba por la mañana y a la tarde entrenaba en pista o ruta”, remarcó.
Toronto 2015: el gran salto a la elite
Sus pasos exitosos en cada competencia la depositaron en los Juegos Panamericanos 2015 en Canadá, donde dejó su huella en los libros del deporte argentino con su participación en ambas modalidades (convencional y adaptado) y por haber sumado tres medallas en la segunda de ellas: dos de oro en pista, en las pruebas contrarreloj individual y persecución, y además una de plata en la prueba de ruta en pelotón.
Con ese cartel de favorita arribó en el mes de agosto a los Parapanamericanos en Perú, donde volvió a llevar a lo más alto la bandera “albiceleste”: oro en carrera de ruta, plata en 500 metros contrarreloj C5 y bronce en persecución femenina de 3000 metros. “Mi experiencia fue muy positiva en el balance. No voy a mentir, pensaba sumar más oros, pero fue muy valioso el cierre con el primer puesto en ruta, que en Toronto había sido la única de plata. Era una de las medallas que sinceramente la quería”, subrayó la deportista que en la actualidad se entrena bajo las órdenes del técnico del seleccionado nacional, Martín Ferrari.
Su día a día en las dos ruedas
En los últimos años, fruto de su crecimiento deportivo, la misionera fue becada para vivir en el CENARD (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo) en Buenos Aires, es decir, la segunda ciudad lejos de sus padres: Ana y Miguel. “Ellos sienten la ausencia cuando no estoy y sufren eso más que nada, pero están acostumbrados”, aclaró con una voz que denotaba nostalgia.
“En estos momentos vivo del ciclismo porque estoy becada por la Agencia de Deporte Nacional y por el ENARD (Entre Nacional de Alto Rendimiento), así que me mantengo con eso. Aparte tengo todo en el CENARD. También estoy en el Weber Shimano Ladies Power, el único equipo latino que compite a nivel mundial”, detalló la ciclista que se autodefine como un poco exigente consigo misma: “A veces más, a veces menos. Pero sí, lo justo y necesario”.
En cuanto a su día a día explicó: “Viajo mucho. Entreno a la mañana en el Parque Sarmiento. Los días más largos vamos para el lado de Ezeiza. Hay veces que tengo entrenamientos cortos, otras veces largos, pero generalmente son de un solo turno”.
El amor por Misiones y su sueño olímpico
Cualquier distancia que separe a Mariela de Misiones no la aleja para nada de su querida tierra. “Representar a mi provincia siempre es importante. Cuando me preguntan deportistas de otros lugares siempre hablo de Misiones y apunto a las Cataratas para que se ubiquen (risas)”, contó.
Al referirse al lugar que ocupa el ciclismo en la provincia dijo: “En Misiones la gente aún no tiene incorporada la bicicleta en la vida diaria. Al no haber esa cultura se hace difícil también que la gente se meta en este deporte”.
“La Vuelta a Misiones fue una competencia importante y positiva porque llegaron los ciclistas más importantes del país y eso hizo que la gente se acerque aún más a la disciplina, aprenda de la misma y disfrute del ciclismo competitivo”, opinó.
“El ciclismo para mí es un estilo de vida, es un medio de crecimiento deportivo y personal. He conocido mucha gente, muchos lugares, otras culturas”, resaltó. Y en la misma línea dio un mensaje claro a aquellos deportistas que poseen alguna discapacidad física, visual o intelectual: “El deporte es un buen medio para fortalecer su discapacidad y así encontrar su potencial y una salida. Es cuestión de ir viendo cual es el que le resulta”.
Para finalizar nos adelantó cuáles son sus objetivos próximos: “Voy a prepararme para los mundiales del año que viene. En enero será el de Pista en Canadá y en junio el de Ruta en Bélgica. Ambos suman puntos para poder clasificar a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Mi gran anhelo”.
Artículo publicado en la edición N° 50 de Revista ENFOQUE