Por Leonardo Villafañe, Doctor en Derecho
Marc Augé es un filósofo francés que ha notado que últimamente la humanidad occidental está perdiendo la esperanza en el futuro y sobre eso viene escribiendo importantes obras. Debemos admitir que ver a una madre golpear e insultar a una maestra que intenta educar a su hijo, ciertamente, nos llena de dudas en miras hacia un alentador devenir. El espectro regional y global tampoco es una invitación a la confianza a lo que está por venir.
Aún así, es nuestro deber, poner énfasis en aquellas nuevas luchas y objetivos que pueden modificar nuestro escepticismo. Entre muchas manifestaciones humanas que resultan permeables a los buenos augurios, nosotros, una vez más ponemos de ejemplo a la “causa ambiental”.
Un pilar de la causa ambiental está en su aspecto colectivo, o lo que se denomina, tercera y cuarta generación de derechos. Se tratan de aquellos derechos que reconocen como sujetos a la humanidad toda y a las generaciones futuras. Todos somos uno y uno somos todos.
La sustentabilidad es la aspiración de la causa ambiental. Ahora bien, esta sustentabilidad no deberá ser pensada solamente desde una perspectiva biológica o ecológica, sino que refiere a la conservación y transmisión de bienes y valores colectivos.
Pensar en bienes y valores colectivos presupone un primigenio estatus de unión. Hay una ligazón que nos permite pensarnos hacia adelante, aún cuando esa ligazón venga desde el pasado más profundo. Esto siempre es positivo.
Aún así, todo lo que podamos concebir como virtuoso de sabernos unidos y hermanados, cae en saco roto si los valores colectivos que defendemos no resultan los adecuados. Si hoy elegimos mal, el futuro tendrá el color que denuncia Augé. Pero, en cambio, si nos ponemos de acuerdo como Nación que los bienes y valores colectivos que les queremos transmitir a las generaciones futuras parten de la educación, el trabajo, la solidaridad, etc., entonces podemos llegar a pensar en un futuro más provechoso.
Pensar en una utopía no es sinónimo de ficción, sino de meta y de anhelo: la búsqueda de reales oportunidades a partir de procesos educativos que igualen, que generen acceso a la ciencia y la tecnología. El futuro es el conocimiento, pero para ser eficaz y democrático, debe estar fundado en fuertes valores.
La raíz de los problemas ambientales lo constituye la falta de educación en valores. Hay que justipreciar con respeto a quienes hacen el esfuerzo, proponen trabajos en equipo, proyectos inclusivos y transmiten solidaridad por encima de la idolatría por la imagen y el éxito económico a cualquier precio.
Mientras que llegan los resultados deseados por la educación tenemos que volver a tenerle fe al derecho. Reforzar el rol pedagógico del derecho que enseña con un sistema justo y rápido de premios y castigos, donde la sociedad perciba que las leyes se cumplen, y los que no la cumplen tienen las sanciones que las mismas leyes establecen. Esto en sí mismo es un valor colectivo y es la base de cualquier sociedad civilizada.
El futuro se juega en cada decisión. La opción por lo fácil y lo rápido nunca ha sido tal. La educación como método sistemático y sostenido, basada en valores colectivos, permitirá lograr esa sustentabilidad cultural que nos pondrá en un camino de progreso humano.
Artículo Publicado en la edición Nº 27 de Revista ENFOQUE