El papa Francisco teme que haya un baño de sangre en Venezuela. Y es por eso que hasta ahora se mantuvo neutral y, a diferencia de los obispos venezolanos y de muchos países latinoamericanos, no salió a respaldar al joven titular del Parlamento, Juan Guaidó, que se proclamó el miércoles pasado «presidente encargado» de una transición que lleve al país a elecciones libres, dividiendo a la comunidad internacional entre los que apoyan al régimen de Nicolás Maduro y los que no.
Así lo explicó durante la tradicional conferencia de prensa que concedió durante el vuelo que desde Panamá -donde estuvo para la Jornada Mundial de la Juventud- lo trajo hoy de regreso a Roma. En una rueda de prensa de 47 minutos, tal como se esperaba, hubo una pregunta sobre su posición ante la explosiva crisis venezolana, según consignó el portal del Vaticano, Vatican News.
Y el Papa, al margen de reiterar su deseo de una «solución justa y pacífica» y su cercanía a todos los venezolanos, explicó que «sería una imprudencia» un pronunciamiento de su parte, algo que incluso podría causar «daño».
«Me asusta el derramamiento de sangre», aseguró, al destacar, por otro lado, que no le gusta la palabra ‘equilibrado’. Se refirió así, probablemente, a las críticas recibidas por su equidistancia y neutralidad.
«Tengo que ser pastor. Y si necesitan ayuda, que se pongan de acuerdo y la pidan», agregó. Aunque no lo mencionó, aludió de esta forma a la frustrada mediación que emprendió en 2016, cuando la Santa Sede intentó actuar como «facilitador» de un diálogo entre la oposición y el régimen de Maduro.
Ha dicho estos días en Panamá que se sentía muy cerca de los venezolanos, y hoy ha pedido una solución justa, pacífica, en el respeto de los derechos humanos. Los venezolanos quieren saber qué significa esto. Apoyar a Juan Guaidó, elecciones libres. La gente siente que es un papa latinoamericano y quieren sentir su apoyo.
Yo apoyo a todo el pueblo venezolano, que está sufriendo. Si yo entrara a decir háganle caso a estos países o a estos otros, me metería en un rol que no conozco. Sería una imprudencia pastoral de mi parte y haría daño. Las palabras (del Angelus) las pensé, las repensé y expresé mi cercanía y lo que siento. Yo sufro por todo esto. Ponerse de acuerdo no alcanza. Una solución justa y pacifica. Me asusta el derramamiento de sangre. Y ahí pido grandeza a los que pueden ayudar a resolver el problema. El problema de la violencia a mí me aterra. Después de todo el esfuerzo hecho en Colombia, lo que ocurrió en la escuela de cadetes es terrorífico. No me gusta la palabra equilibrado. Tengo que ser pastor. Y si necesitan ayuda, que se pongan de acuerdo y la pidan.
Fuente: La Nación