Escribe Emilio Salvador, Profesor de Filosofía
«La comprensión de que la vida es absurda no puede ser un fin, sino un comienzo».
Mondovi, Argelia, 1913. En un hogar humilde de colonos franceses que viven aquí desde que la ocupación del país europeo se ha hecho presente desde el año 1830 y que culminará en 1962 dejando sangre y tortura por doquier, nace un niño de nombre Albert. Su padre será reclutado ese año para asistir a la Primer Guerra Mundial de la que no regresará. Esa desgracia le dió la oportunidad de recibir una beca para hijos de muertos en la guerra y solo así salir por un momento de la pobreza y recibir libros.
Gustaba del fútbol y hasta integró un equipo juvenil del Racing Universitaired´ Alger. Arquero por obligación, ya que la tuberculosis que lo aquejará de por vida le negará ser centro delantero, y también docente, ya que lo rechazan por ello y abraza el periodismo.
De la pobreza a las luces del pensamiento: seductor, de mirada profunda y sufriente, de ideas agudas y cortantes, ya podemos presentarlo. Su nombre completo es Albert Camus. La eclosión del COVID – 19 y la cuarentena han hecho resurgir sus conceptos pero sobre todo su obra “La peste” de 1947, donde relata la experiencia de una ciudad donde una pandemia aparece y salen a la luz todos los matices de los individuos; desde el egoísmo y el desprecio, hasta la solidaridad admirable. Sus ideas son estremecedoramente actuales: “La gente había aceptado primero el estar aislada del exterior como hubiera aceptado cualquier molestia temporal que no afectase más que a alguna de sus costumbres. Pero de pronto, conscientes de estar en una especie de secuestro, bajo la cobertura del cielo donde ya empezaba a retostarse el verano, sentían confusamente que esta reclusión amenazaba toda su vida y, cuando llegaba la noche, la energía que recordaban con la frescura de la atmósfera les llevaba a veces a cometer actos desesperados.”
Camus fue un pensador de esos que prefieren molestar con sus ideas que agradar con adulaciones de masa. La vida para él es en gran medida, algo absurdo. ¿Por qué? Porque carece de un sentido perenne, intrínseco y en medio de una existencia donde el azar ocupa un lugar que nos pone los pelos de punta ante nuestra imposibilidad de ordenar y controlarlo todo, allí estamos con nuestra libertad y con el desafío de asumir que se puede filosofar desde el absurdo. “El mundo se revela, para un ser humano sensible, sin ningún propósito o significado. El mundo no es racional. De ahí surge el sentimiento del absurdo: surge de la confrontación entre la búsqueda del ser humano y el silencio irracional del mundo, su indiferencia inamovible y absoluta». Sin embargo no propone el suicidio, sino más bien la entereza casi estoica de construir un sentido propio.
La importancia del “hombre absurdo” está en que no finge, dice lo que siente como el protagonista de otra de sus grandes obras “El Extranjero”, de 1942. El absurdo puede ser tomado con la resignación de Sísifo al empujar la piedra o al estilo del Hombre rebelde que presentó al mundo en 1951: “¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no. Pero negar no es renunciar: es también un hombre que dice sí desde su primer movimiento. (…) El rebelde (es decir, el que se vuelve o revuelve contra algo) da media vuelta. Marchaba bajo el látigo del amo y he aquí que hace frente. Opone lo que es preferible a lo que no lo es.”
Enemigo de todo dogma, se enfrentó en sus ideas nada más ni nada menos que con Jean Paul Sartre, quien llego a decir de Albert que era un golfo con cultura de segunda mano. Esto no caló tan hondo en Camus quien recibió el Nobel de Literatura en 1957. Influenciado por las ideas de Schopenhauer, Nietzsche y Gide dejó un legado literario y filosófico digno de leerse y que invitan a la reflexión desde diferentes lugares.
Como una paradoja del destino, ese azar que defendió como omnipresente en la existencia se topó en su vida y se lo llevo a los 46 años en 1960. Su amigo y editor manejaba a alta velocidad en una recta hasta que un neumático reventó y se toparon con un árbol. Camus fue despedido hacia la parte trasera del auto y murió instantáneamente. Un día antes de ello dijo: “no conozco nada más idiota que morir en un accidente de auto”, en relación a las fake news de la muerte del ciclista Fausto Coppi. El azar más impredecible y presente que nunca.