Se baja el telón del 2018 y los deportistas comienzan a hacer un balance de lo que fue su año. Pero no solos ellos lo hacen. Nosotros desde ENFOQUE también, como seguramente cada uno de nuestros lectores en sus respectivas vidas. No es una cuestión de ir auto exigiéndose, o tal vez para algunos si lo sea, pero es una manera de ir analizando lo que dejaron los 12 meses. Experiencias buenas y malas. Pero sobre todo enseñanzas. Por eso, en nuestra observación, no dudamos en elegir a Eduardo Lovera como protagonista para nuestro cierre anual. El luchador de 16 años fue el único misionero que nos representó en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires en el mes de octubre. Su sacrificio diario para llegar al éxito es un ejemplo para todos.
Si bien en un primer momento practicó básquet y también fútbol, su amor por la lucha olímpica comenzó allá por el 2013. Adrián Báez (padre de Ricardo, integrante de la Selección Argentina de Lucha), mentor de la disciplina en la tierra colorada, comenzó a dictar clases en el Barrio Santa Lucia de la ciudad de Posadas y él no dudo en sumarse. “Mi inicio fue a los 11 años en mi barrio. Fue Adrián a enseñar la disciplina y nosotros decidimos ir con mi hermano y mis primos, y nos gustó. De ahí en más nos quedamos. Siempre me gustaron los deportes de combate y por eso siempre los miraba en televisión. Cuando me empezó a ir bien dije esto es lo mío, no lo dejo más”, analizó Eduardo, quien viene de una humilde familia que con esfuerzo la pelea como muchos en el día a día.
Como sucedió con varios deportistas que traspasaron la frontera de nuestra provincia, sus primeros pasos los dio en los Juegos Nacionales Evita. “Mi primer Evita fue en el 2014, pero no me fue muy bien porque no tuvimos mucho tiempo de entrenamiento. Recién habíamos empezado ese año a entrenar. Ya en 2015 fuimos y me metí en una categoría superior. Yo pesaba poco más de 30 kilos y entré en la categoría de 50 kilos). Con esa desventaja llegué a octavos de final. Fue un logro importante”, recordó el deportista que el pasado 17 de diciembre estuvo de cumpleaños.
“Adrián (Báez) influyó mucho en mi carrera. Él siempre creyó en mí, aun siendo el más chiquito de todos (1,58 metros de altura). Gracias a él estoy donde estoy”, subrayó el joven notablemente agradecido por el trabajo de su formador.
Siguiendo con su historia relató que “en 2016 tuve mi primer viaje a Cuba y luego a Colombia, donde gané la medalla de plata. Allí se dieron cuenta que tenía potencial. Después hubo un campo de entrenamiento en la provincia de La Rioja y ahí me pidieron los datos para decirme que me iban a convocar el siguiente año para vivir en el CENARD (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo)”.
La gran cita siempre fueron los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018 y Eduardo tenía como sueño poder integrar la delegación.
“Mi clasificación a los JJOO fue en mayo en el Panamericano de cadetes de Guatemala, logrando la medalla de bronce. Tenía la esperanza de estar ahí pero sabía que estaba muy difícil la clasificación. Fue un momento increíble cuando logré el pasaje”, revivió el atleta que, más allá de su corta edad, ya supo competir en países como Cuba, Colombia, España, Turquía, México, Rusia, Croacia, Guatemala y Brasil.
Durante los 12 días que duró la máxima competencia que puede aspirar un deportista juvenil, aprovechó para disfrutar de cada uno de los detalles en el Pabellón Asia del Parque Olímpico.
“La convivencia fue muy buena. Compartí el día a día con muchos deportistas. Aprendí de otras culturas, otros lenguajes que no conocía”, detalló el posadeño que se encuentra cursando el primer año de la secundaria y que aspira a estudiar el Profesorado en Educación Física.
En lo deportivo, Lovera debutó en lucha grecorromana hasta 51 kilos con una victoria ante el representante de Islas Marshall, pero luego tuvo dos derrotas frente a sus pares de Georgia y México, quedando a un paso de la medalla de bronce. “Cumplí mis expectativas, quedaron cosas pendientes pero ya se van a ir ajustando para futuros torneos. Me sirve como aprendizaje”.
En ese sentido contó una anécdota: “Me pasó que perdí en semifinales con el luchador de Georgia (Giorgi Tokhadze), al cual lo conocía de otros torneos. Después de habernos enfrentado nos quedamos unos días más en la villa olímpica, donde tratamos de comunicarnos como podíamos y quedó una buena relación. Eso es lo que vale”.
En cuanto a las sensaciones de haber sido el único misionero en la competencia señaló que “al comienzo no lo podía creer. Pensé que había otros más. Después vi una nota que yo era el único y me sorprendí. Obviamente estaba contento, pero también quería que hayan otros así no me sentía tan solo (risas)”.
“Tuve mis caídas en este 2018. Torneos que no me fueron bien y otros que sí. Pero todo sirve para que uno pueda seguir entrenándose y mejorando día a día. Para el 2019 espero poder llegar al podio en el Panamericano de México y luego terminar lo más arriba posible en el Mundial de Estonia”, finalizó “Edu”, un luchador de la vida.
“Seguramente estará en un juego olímpico”
Pocos lo conocen como él. Adrián Báez, referente de la lucha olímpica en Misiones, lo formó desde raíz y disfruta del gran momento que vive Eduardo. “Verlo en los Juegos Olímpicos de la Juventud fue realmente emocionante. Tenía un nudo en la garganta. Fue extraordinario. Tenerlo ahí y que sea tan importante para todos los argentinos me llena de orgullo”, declaró emocionado el profesor.
También Báez analizó a su ex pupilo: “Es ordenado, muy prolijo, equilibrado emocionalmente y no regala nada. Siempre respeta un sistema de lucha y lo aplica de principio a fin. Marca ese camino y de ahí no se sale”. Y añadió: “Para mí fue muy buena su actuación en Buenos Aires, dejó todo”.
Para concluir Adrián fue claro y contundente: “Eduardo tiene todo un futuro por delante. Si sigue esforzándose seguramente estará en un Juego Olímpico representándonos a los misioneros en el más alto nivel”.
Artículo publicado en la edición N° 43 de Revista ENFOQUE
Escribe Maximiliano Acosta (Periodista)