Arranca mayo y un nuevo número de ENFOQUE, que me permite hacer un repaso de todo lo que significa esto de Vivir de una Manera Creativa.
En los últimos siete meses, gracias a la invalorable oportunidad de ser parte de la Selección Argentina de Básquet Adaptado, pude viajar a distintas provincias de nuestro país y, recientemente, al bello Perú, donde se realizó el Campeonato Sudamericano de Baloncesto Adaptado de Damas 2017, en Lima.
Entre el 24 y el 30 de abril, se llevó a cabo el torneo con la participación de las selecciones de Chile, Brasil, Argentina y Perú, en un encuentro que permitía clasificar para la próxima Copa América que se jugará en Colombia y de la que luego saldrán los equipos que competirán el Mundial de Alemania 2018. Tuvimos la fortuna de disputar la final junto a Brasil y traernos la Copa de Plata, un hecho que quedará grabado a fuego en lo más profundo de mi corazón.
Integrar la Selección, no me canso de repetirlo, es una experiencia que voy a agradecer toda la vida, porque puedo seguir aprendiendo del deporte que amo, y por que cada día tengo la fortuna de conocer historias de vida fuertes y poderosas de personas increíbles, como todas las que me rodean.
Junto a mis compañeras de equipo, desde octubre de 2016 cuando empecé a participar de las distintas concentraciones, pude recorrer varias ciudades y experimentar en vivo y en directo el estado de la accesibilidad de cada lugar. Y también, con el equipo de Los Tigres de Posadas, con el que empezamos desde abril pasado a competir en el Torneo Nacional de Básquet Adaptado de Tercera División, tengo por delante más lugares de nuestra Argentina por visitar.
Es un verdadero privilegio que el básquet le regala a mi vida diariamente y hace que mi pasión crezca cada vez más, pero así también hace crecer mis ganas de difundir todo lo bueno que el deporte ofrece a las personas que quieran practicarlo, sea que tengan alguna discapacidad o no.
Y hablando de difusión, que es justamente uno de los objetivos principales de esta columna, agradezco la posibilidad de referirme al estado de la accesibilidad de las distintas ciudades, que sigue siendo una deuda pendiente y por la que hay muchísimo por trabajar.
Visitando provincias argentinas como Santa Fe, Chaco o Buenos Aires, pude ver que realmente el mayor problema que tenemos la personas con discapacidad es el entorno por un lado, pero especialmente la falta de conciencia de la sociedad, la que vive y circula por dicho entorno, y la que lo piensa y construye, por el otro.
Puede entenderse, por ejemplo, que ciudades grandes con mucha circulación de gente y vehículos, tengan veredas angostas y casi siempre atestadas. Allí las dificultades radican en las baldosas rotas o flojas, en rampas no siempre bien hechas o inexistentes, en elementos que las obstruyen, y en la propia gente, que en general no presta real atención a su paso, y en muchísimos casos por culpa del celular.
Sin embargo, tuve la suerte de andar por algunas veredas y calles de Lima, a lo largo de unas quince cuadras (de ida y otras tantas de vuelta) y me llevé la grata sorpresa de que en ningún momento me topé con impedimentos que frenaran mi marcha, ni la de mis compañeras de la Selección, ya que estábamos en grupo.
Mucha gente y muchísimo tránsito. Pero las veredas, hechas en su mayoría de grandes bloques de cemento y no baldosas pequeñas, estaban en perfecto estado. Ni hablar de las rampas, excelentes en tamaño y pendiente, además de muy bien cuidadas y señalizadas. Por otro lado, vi también que las veredas contaban con señalización para no videntes, demostrando una gran conciencia ciudadana de la existencia de las personas con discapacidad, y de su derecho a transitar con libertad.
A riesgo de parecer reiterativa, se me hace necesario resaltar que cuando hablo de problemas del entorno, hablo de la responsabilidad humana en su planificación y construcción, y luego en su mantenimiento. Porque si las ciudades se construyen bien, a conciencia y pensando en todos los habitantes, no solo en los que caminan, ven, oyen y hablan, es seguro que el beneficio será para todos, y no solo para los -como a veces se cree- somos parte de una minoría.
Que todos podamos circular, sin atropellarnos en el paso, yendo a donde queremos ir sin problemas, es bueno para todos, sin distinciones, y eso nos convierte en mejores comunidades. Más respetuosas y plurales, más amorosas sin duda.
Visitar un país extranjero es una experiencia inolvidable… Pero mucho más lo es disfrutar de la libertad de ir de un lado a otro, algo que todos deberíamos poder vivir, como seres humanos evolucionados que somos.
Así lograremos ser partes de todo, sin que sea necesario hablar de adentro o afuera, de incluidos o excluidos.
Artículo publicado en la edición Nº 26 de Revista ENFOQUE (Escribe Noelia Olivera)
