“La productividad del suelo debe ocupar un lugar cada vez más prominente en el pensamiento de los pueblos y de sus conductores”, advertía ya en la década del 50 el investigador Hugh Hammond Bennet, en honor a quien se estableció el 7 de julio como el Día Nacional de la Conservación del Suelo en la Argentina. “La tierra productiva es nuestra base, porque cada cosa que nosotros hacemos y aún casi todo lo que nos convierte en una gran nación, comienza y se mantiene con la sostenida productividad de nuestras tierras agrícolas”, enseñó aquel visionario. “Y dado que la sociedad entera depende absolutamente de la producción del suelo para su existencia, la sociedad entera debe participar de esas responsabilidades”, invitó.
En nuestra región, la yerba mate fue el primer cultivo, fue el cultivo colonizador, con lo cual tenemos más de 100 años de historia de uso del suelo. Si a ese dato le agregamos que “el suelo es un ser vivo”, como lo recuerda el ingeniero agrónomo Raúl Escalda, del área técnica del Instituto Nacional de la Yerba Mate (Inym), estamos ante una situación que amerita ser atendida constantemente.
Diagnóstico
Los investigadores indican que un centímetro de suelo tarda entre 80 y 100 años en formarse, y ese mismo centímetro de tierra se pierde fácilmente con una lluvia torrencial si no está debidamente sistematizado y cubierto. Estamos ante un problema creciente: la erosión hídrica.
“Nuestros suelos son muy especiales, son suelos rojos, muy inestables y hay que tratarlos como tal. Lamentablemente estamos teniendo cada día más problemas de degradación y aún habiendo buena tecnología para mitigar esto, no lo estamos cuidando en la medida que esos suelos están requiriendo; son muchas las hectáreas degradadas y muchas las hectáreas en proceso erosivo, y la preocupación fundamentalmente pasa por no llegar tarde”, ilustró Escalada.
“Los suelos yerbateros están en un estado de degradación alto; no es que no podamos producir yerba, sino que tenemos limitantes: compactación, bajo nivel de materia orgánica y bajo nivel de nutrientes. La mayoría de los suelos están en esas condiciones”; expresó, contundente, el ingeniero Alberto Sosa, del Inta, al tiempo que aconsejó observar el rendimiento del yerbal, principalmente aquellos implantados hace ya varios años. “Si está cosechando menos de diez mil kilos de hoja verde por año, quiere decir que debe incorporar prácticas que permitan devolver materia orgánica y nutrientes, evitando el laboreo mecánico, en especial el uso de la rastra”.
“Estamos en 50 por ciento de potencial en yerba mate, o sea perdemos una zafra por año”, enfatizó por su parte el ingiero agrónomo Néstor Munaretto en Nación Yerbatera. “Y eso porque no se utilizan buenas prácticas en el manejo de suelo y de planta; tenemos que, por ejemplo, contener el escurrimiento de agua, hacer que el agua de lluvia se infiltre en nuestra chacra y que no pase de largo llevándose toneladas de tierra, provocando erosión”.
Acciones
Conscientes de esta situación, el Inym promueve, desde sus orígenes, programas orientados a frenar el avance de la degradación en los suelos que dan sustento a los yerbales de la zona productora (en el Norte de Corrientes y la provincia de Misiones).
El primer paso contundente se dio hace 8 años. A mediados del 2009, el Inym presentó una investigación elaborada por la Red de Productores Evaluadores, coordinada por el Departamento Técnico, que evidenció que el estado de los suelos, en general, es preocupante, con distintos grados de degradación, y falta de nutrientes. Entonces se hicieron, junto al Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), más de 300 análisis en la zona productora, desde Comandante Andresito (Norte de Misiones) a Gobernador Virasoro (Nordeste de Corrientes), que determinaron la toma de urgentes medidas para revertir el cuadro de empobrecimiento del recurso, entre las que se destacan la creación de un semillero de cubiertas verdes y la presencia de ingenieros agrónomos en las chacras impulsando esta técnica que permite regenerar la estructura del suelo, incorporando materia orgánica y preservando sus condiciones físicas, microbiológicas y de humedad.
Otra acción que contempla ese objetivo es el Programa de Recuperación de Viejos Yerbales, que el Inym destina a productores de hasta 10 hectáreas de superficie cultivada en estado de degradación, donde nuevamente con apoyo técnico, se realizaron análisis de suelo, sistematización del terreno, plantación, fertilización y siembra de cubiertas verdes.
La erosión es el más grave de los procesos de degradación y se define como la pérdida de las capas más fértiles del suelo y, por ende, de gran parte de sus condiciones para producir. La misma puede ser producida por el agua (hídrica) o el viento (eólica).
Este tema será abordado por el área técnica del Inym el próximo viernes 7 de julio, en horas de la mañana, en una jornada organizada por el Colegio Pascual Gentilini, en San José, en el marco de actividades previstas para recordar el Día Nacional de la Conservación del Suelo.
Homenaje
En la tarea que desarrolló la Institución para atender el recurso suelo se desempeñaron destacados técnicos, entre quienes queremos nombrar al ingeniero agrónomo Pedro Mussart, recientemente fallecido. “En este suelo pueden caer 200 o 300 milímetros de lluvia y no se mueve un centímetro de tierra”, afirmaba el año pasado, orgulloso, el ingeniero agrónomo mientras mostraba la experiencia de cubiertas de verdes en un yerbal en Colonia Istueta, en la zona comprendida entre las localidades de Eldorado y Puerto Esperanza.”Conservar el suelo, la materia orgánica, es un capital que vale un montón”, señalaba.
En el lugar, fueron sembradas en forma simultánea dos especies de cubiertas verdes: la cebadilla criolla y el rye grass. “La cebadilla criolla tiene un ciclo más largo y el rye grass más corto. Es decir: acá en el suelo se observa (en el mes de noviembre) que el rye grass se está secando y la cebadilla todavía está verde, por lo tanto con esto aseguro una cobertura hasta más o menos el mes de enero, y luego arranca la resiembra natural de estas especies.. y así no necesitamos comprar semillas (o sea, es menos costo) y tengo asegurado la protección de suelo en gran parte del año”, explicaba el profesional.
“No tiene que quedar suelo pelado”, reiteraba una y otra vez Muzart. “Hay que cuidar los yuyos buenos y aplicar herbicida en los malos; o sea la aplicación del herbicida debe ser selectiva, y si el yuyo está muy alto, hay que pasar moto guadaña y recién después el herbicida”.
El Instituto Nacional de la Yerba Mate recomienda cuidar el suelo con las siguientes acciones:
– Sistematizar el cultivo.
– Empastar caminos internos.
– Mantener los suelos con cubiertas vegetales naturales o implantadas durante todo el año.
– Disminuir el laboreo mecánico, suprimiendo el uso de la rastra.
– Preservar las fuentes de agua.
– Mantener cobertura arbórea nativa tanto dentro como fuera del yerbal.
Estas medidas mejoran las condiciones ambientales en general, contribuyendo al control natural de plagas, a la productividad y a la disponibilidad de agua, entre otros beneficios, y preservando el recurso para las generaciones futuras.