Alicia Castro es un cuadro político de extensa trayectoria en la Argentina. Ha sido parte tanto del Poder Legislativo como del Ejecutivo en distintos períodos y se ha caracterizado siempre por no tener pelos en la lengua. Hace poco estuvo en Posadas, una ciudad que no le es desconocida, porque en ella están parte de sus raíces. De hecho, aún conserva en la capital misionera la casa que fue de su madre. En su estancia en la tierra colorada, ENFOQUE pudo charlar con ella sobre política doméstica e internacional. Fue durísima con la administración macrista, a la que calificó de un gobierno “enormemente corrupto”, de “ricos para ricos” y agente de la desunión regional. Dijo creer firmemente que el actual mandatario no será reelecto en 2019.
Ex diputada y ex embajadora argentina ante la República Bolivariana de Venezuela entre 2006 y 2011 y el Reino Unido, entre 2012 y 2015, conoce como pocos el tablero de la diplomacia regional. Se mostró alarmada por la victoria presidencial de Jair Bolsonaro en Brasil. Lo calificó como un “fascista, racista, un hombre de una gran violencia, que hace apología del crimen cada vez que abre la boca”. Sostuvo que el flamante mandatario fue encumbrado gracias al poder disuasorio de las nuevas tecnologías, que hizo que se soslayara, por ejemplo, el hecho de que Lula haya sacado de la pobreza a 40 millones de brasileños.
Considera que la izquierda tiene que hacer una profunda autocrítica en la región, y sobre todo en la Argentina, si quiere volver al poder. “Debemos reconocer la fortaleza, el impacto, de las armas de comunicación modernas. Nosotros nos seguimos manejando con armas y flechas”, reconoció. Y volvió a insistir en que debe sancionarse una nueva Constitución en la Argentina.
Castro se mostró muy preocupada por la situación económica del país. Y apeló a un ejemplo posadeño para describir a la crisis: “Vi negocios vacíos y muchos cerrados. En algunos que entré sólo estaban los vendedores”.
¿Qué la trajo a Misiones?
Fue una iniciativa del Frente Patria, que nuclea a varias asociaciones y partidos, de llevarme a la Facultad de Humanidades de la UNaM, a la cátedra de Estado, Soberanía y Poder Popular, que son tres temas que se vinculan muy directamente y que son muy oportunos, porque nosotros estamos viviendo un cambio de régimen muy importante. Yo no llamo lo que estamos viviendo un neoliberalismo, sino un neocolonialismo. Tenemos un gobierno que está habilitando la reapropiación de nuestro territorio y de nuestros recursos naturales. Un ejemplo es la cuestión Malvinas. El 13 de septiembre de 2016, se firmó un acuerdo donde se habilita al Reino Unido explotar nuestro petróleo en Malvinas, petróleo que pertenece a 41 millones de argentinos. Dice en el capítulo referido al Atlántico Sur que las partes acuerdan remover todos los obstáculos para el crecimiento económico y desarrollo sustentable de las islas en lo referente a hidrocarburos, pesca, comercio y navegación. Esto quiere decir que la Argentina se dispone a desmantelar todas las medidas legales, jurídicas y administrativas que se han tomado para proteger el petróleo en Malvinas. Junto con eso, el Gobierno ha dejado de reclamar por la militarización en las islas. Y nosotros, sobre todo en Misiones, que estamos tan preocupados por la instalación de bases extranjeras, nos olvidamos que en Malvinas hay una base gigantesca que tiene casi 2.000 efectivos, buques de guerra, aviones de combate, misiles y hasta un submarino nuclear, y el Gobierno no reclama.
Junto a eso, tenemos otra visión geopolítica. Venimos de un largo y riquísimo proceso de unidad regional, unidad de Latinoamérica y el Caribe, que es lo que soñaron nuestros libertadores. Recordemos que San Martín consideraba la independencia basada en dos logros correlativos: independencia y unidad. Por eso también fue el Libertador de Chile y Perú. Durante 12 años se dinamizó el Mercosur, se construyeron la Unasur y la Celac, que es la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, 33 países, con 600 millones de habitantes, que vivimos en 20 millones de kilómetros cuadrados, que tenemos todos los recursos naturales, un tercio de agua dulce del planeta, y la mayor reserva de petróleo registrada, que es la de Venezuela. Es decir que juntos somos inmensamente ricos.
Por supuesto, a Estados Unidos y a la Unión Europea no les conviene que conformemos ese grupo. Por eso Macri, Temer y seguramente ahora Bolsonaro han operado como verdaderos agentes de la desintegración regional.
Han cambiado para peor las circunstancias de nuestros pueblos.
¿Qué mirada tiene hoy de Venezuela y cómo se sale de esa crisis?
Venezuela no tiene una crisis política, sino una económica, que está fogoneada por los EE.UU. Yo tuve acceso a algunos documentos filtrados por Edward Snowden, donde se afirman que desde el 2007 Estados Unidos consideraba a Venezuela como uno de sus objetivos estratégicos y destinaba agentes de inteligencia para impedir el liderazgo de Hugo Chávez en lo político, social y energético. Es un país que le interesa a EE.UU, que quiere quedarse con el petróleo. Le queda más cerca, además, que Medio Oriente. Sigue con Venezuela la misma matriz que en Medio Oriente: primero demoniza al liderazgo, luego organizan y financian una guerra civil o revolución interna, la difunden por todos los medios de comunicación que manejan y luego intervienen, con el disfraz de una intervención humanitaria. Destrozan esos países, esas economías. En el caso de Medio Oriente, hasta su cultura. Destruyeron Libia, Irak. Ahora quieren destruir Siria. Entraron en Irak diciendo que había armas de destrucción masiva, después supimos que no era así. Pero lo supimos muchos años después, cuando el país ya estaba en estado de destrucción y Estados Unidos había tomado el comando de la economía.
¿Por qué no lograron eso en Venezuela? Porque el comandante Chávez tuvo en su propuesta política la idea de organizar un gran partido de masas y concientizar y alfabetizar a todas las personas de todos niveles en valores, no solo por lo que estaban logrando económicamente (superar la pobreza y el analfabetismo, la construcción de 2 millones de viviendas) sino para entender que estaban siendo una nación independiente, siguiendo el legado de Simón Bolívar.
Ahora, tienen dificultades muy serias, muy severas, por varias razones. Una de ellas es que Venezuela no ha logrado una independencia productiva. Es muy dependiente del exterior para importar medicamentos y alimentos.
Pero el pueblo está resistiendo.
¿Qué autocrítica haría en base al fenómeno de retroceso del PT en Brasil y del kirchnerismo en la Argentina?
La autocrítica es imprescindible y aquellos que creen que no hay que hacerla, se arrepienten siempre, porque los puntos que tenemos que revisar cuando se tapan, explotan. La autocrítica tiene que ser una disciplina de los partidos progresistas, de los partidos de izquierda. Hay varias cuestiones que podemos revisar. La primera es que no se le puede dejar la bandera de la anticorrupción a la derecha. Fíjese lo que está haciendo Macri. Fueron cómplices económicos de la dictadura cívico-militar. Se enriquecieron con la dictadura, se enriquecieron con la muerte. Recordemos que cuando surgió la dictadura, los Macri tenían 7 empresas, y cuando terminó, 43, y además su deuda privada cargada sobre todo el pueblo argentino. Entonces son cómplices de ese genocidio, son evasores, son contrabandistas. Lo que está pasando con el correo, es insólito. En los países europeos que a Macri le gusta citar, eso sería totalmente inadmisible. Es el único de los cinco mandatarios involucrados en los Panamá Papers que está en el poder, todos los demás renunciaron. Le vendió su empresa aérea privada a Avianca y favorece a Avianca hundiendo a Aerolíneas Argentina. Es un gobierno enormemente corrupto.
Creo que la bandera anticorrupción la debe tomar la izquierda, hay que vigilar las armas de comunicación masiva y lo otro es que tenemos que darnos una nueva institucionalidad, porque ya sabemos que con las instituciones que tenemos no se puede obtener ni justicia ni libertades. En la Argentina no estamos viviendo en un Estado de Derecho, sino en uno de excepción.
Una de las cosas que he planteado es la necesidad de una nueva Constitución. Presenté cuando era diputada, en el 2002, un proyecto para una nueva Carta Magna y en ese momento nadie le prestó atención, pero ahora que nos damos cuenta de que esta Constitución ha llegado a su límite y que no vivimos en democracia, a pesar de estar regidos por la Constitución. Es importante tener un cambio de reglas, que no permitan entregar nuestros recursos naturales, que el Banco Central dependa del Poder Central, y que sean inalienables los derechos a la salud, a la educación y a la vivienda. Creo que una nueva Constitución debe tener dos rasgos: primero, pasar de una democracia representativa a una participativa, una popular; y lo segundo, referéndum revocatorio, es decir que a mitad de mandato se pueda recurrir a la revocación si no se ha cumplido el contrato electoral.
¿Cree que los ciudadanos darán nuevamente su voto de confianza a Macri en 2019?
Es matemáticamente imposible. O que sea electa María Eugenia Vidal, que es una cara de la misma moneda. Macri ha llevado a la ruina al país en tiempo récord. Ha destruido las economías regionales. Si no hay mercado interno, la economía no funciona. Hay que darle más poder de compra al salario de los trabajadores y al ingreso de los jubilados para que puedan hacer funcionar el mercado interno. Pero eso no sucede. Se están achicando salarios y pensiones. Se están arruinando sectores enteros, como el textil y el de calzados.
El modelo económico de Macri es el mismo de la dictadura. Teníamos un país desendeudado. Cuando Macri habla de la pesada herencia, es de un cinismo desestabilizador. Está mintiendo. El dinero que tomó en crédito está en la timba financiera.
Autocrítica, nuevas reglas y remozada institucionalidad, la receta de Castro para la vuelta al poder del progresismo, de la izquierda, de la mano de Cristina y sin los traidores que, según ella, surgieron en los últimos años. Ella lo cree posible, tanto como la derrota de Macri en 2019.
Artículo publicado en la edición N° 42 de Revista ENFOQUE